CAPÍTULO 41 "PERDÓN, PERDÓN... ¿PERDÓN?"

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Oliver.

Estaba en mi departamento con Camile, habíamos salido temprano —o bueno, ella salió temprano— no me culpen, era el primer día que entraba a derecho.

«Siento que me duele el cerebro de tanto pensar»

Mi mamá no estaba, como era costumbre, estaba doblando turno en el hospital, y no le había dicho que me habían rechazado la solicitud.

Mala idea, lo sé, pero quería que me respondieran de la universidad para saber si no le habían reconsiderado y bueno, esperar que alguna otra universidad me aceptara, debía tener un plan B si nada me salía.

— ¡En tu cara! — gritó Camile desde el sillón de mi departamento y se levantó de un brinco para hacer un bailecito — soy muy buena en esto.

—Nunca debí de haberte enseñado a jugar Mario Kart — dije y ella me miró.

—Eres un mal perdedor, admítelo — exclamó señalándome con el control amenazante.

—Vale, está bien, pero no puedo creer que de verdad me ganaste, ¿no se supone que es tu primera vez jugando?

—Sí — hizo una pausa, como si estuviera aguantando el decir algo, yo la miré, confundido.

—Y...

—Tengo un hermano que le gustan los videojuegos, he aprendido a hacer esto.

«¿Por qué no le creo?

No lo sé, pero lo averiguaré»

—Siempre se me olvida que tienes un hermano mayor — comenté mientras ella se sentaba a lado de mí — al cual, por cierto, creo que le caigo mal.

—No le caes mal — balbuceó un poco —es mi hermano mayor y desde siempre ha tenido esa espinita de cuidarme o vigilarme todos los novios que he tenido.

—Bueno, supongo que, en su lugar, yo haría lo mismo.

— ¿Ser un pesado con tu hermana?

—Me refiero a que también la cuidaría con sus parejas y estaría de mal tercio con el que le enseñó a jugar videojuegos.

—Justo así fue con Fernando — exclamó, pero se calló al instante y apretó los labios.

Contuve una carcajada al ver cómo se maldecía a ella misma por haber hablado de más.

—No es justo — murmuró y se acomodó un mechón detrás de la oreja.

—Así que, Fernando — dije, gracioso y me crucé de brazos — dime ¿él juega mejor que yo?

—Oliver.

—Yo solo quiero saber qué tan bueno era.

Me miró como si me quisiera matar y solté una carcajada.

—No es gracioso para mí.

—Pues yo sí me estoy riendo — bromeé y la abracé cuando hizo un puchero.

Ella abrió la boca para hablar, pero tocaron el timbre.

Me levanté para abrir, pero antes le di un beso en los labios.

—Hola, holaa — gritó Estela.

—Qué bueno que llegaron, estaba a punto de soltarle un golpe a Oliver —comentó Camile sonriendo, sarcásticamente.

—Llegamos antes de que tu novia hiciera un crimen — dijo Owen, enarcando una ceja.

—No iba a cometer un crimen — soné relajado, pero hice una pausa y miré a Camile — ¿O sí?

El chico de la bufanda grisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora