Oliver.
Estaba en mi departamento con Camile, habíamos salido temprano —o bueno, ella salió temprano— no me culpen, era el primer día que entraba a derecho.
«Siento que me duele el cerebro de tanto pensar»
Mi mamá no estaba, como era costumbre, estaba doblando turno en el hospital, y no le había dicho que me habían rechazado la solicitud.
Mala idea, lo sé, pero quería que me respondieran de la universidad para saber si no le habían reconsiderado y bueno, esperar que alguna otra universidad me aceptara, debía tener un plan B si nada me salía.
— ¡En tu cara! — gritó Camile desde el sillón de mi departamento y se levantó de un brinco para hacer un bailecito — soy muy buena en esto.
—Nunca debí de haberte enseñado a jugar Mario Kart — dije y ella me miró.
—Eres un mal perdedor, admítelo — exclamó señalándome con el control amenazante.
—Vale, está bien, pero no puedo creer que de verdad me ganaste, ¿no se supone que es tu primera vez jugando?
—Sí — hizo una pausa, como si estuviera aguantando el decir algo, yo la miré, confundido.
—Y...
—Tengo un hermano que le gustan los videojuegos, he aprendido a hacer esto.
«¿Por qué no le creo?
No lo sé, pero lo averiguaré»
—Siempre se me olvida que tienes un hermano mayor — comenté mientras ella se sentaba a lado de mí — al cual, por cierto, creo que le caigo mal.
—No le caes mal — balbuceó un poco —es mi hermano mayor y desde siempre ha tenido esa espinita de cuidarme o vigilarme todos los novios que he tenido.
—Bueno, supongo que, en su lugar, yo haría lo mismo.
— ¿Ser un pesado con tu hermana?
—Me refiero a que también la cuidaría con sus parejas y estaría de mal tercio con el que le enseñó a jugar videojuegos.
—Justo así fue con Fernando — exclamó, pero se calló al instante y apretó los labios.
Contuve una carcajada al ver cómo se maldecía a ella misma por haber hablado de más.
—No es justo — murmuró y se acomodó un mechón detrás de la oreja.
—Así que, Fernando — dije, gracioso y me crucé de brazos — dime ¿él juega mejor que yo?
—Oliver.
—Yo solo quiero saber qué tan bueno era.
Me miró como si me quisiera matar y solté una carcajada.
—No es gracioso para mí.
—Pues yo sí me estoy riendo — bromeé y la abracé cuando hizo un puchero.
Ella abrió la boca para hablar, pero tocaron el timbre.
Me levanté para abrir, pero antes le di un beso en los labios.
—Hola, holaa — gritó Estela.
—Qué bueno que llegaron, estaba a punto de soltarle un golpe a Oliver —comentó Camile sonriendo, sarcásticamente.
—Llegamos antes de que tu novia hiciera un crimen — dijo Owen, enarcando una ceja.
—No iba a cometer un crimen — soné relajado, pero hice una pausa y miré a Camile — ¿O sí?
ESTÁS LEYENDO
El chico de la bufanda gris
Teen FictionCamile y Oliver, dos chicos que estudian en una escuela en Queens, un distrito de Nueva York, cada uno con diferentes sueños y diferentes formas de ver la vida, pero con algo en común... Una bufanda gris. ADVERTENCIA: ESTA HISTORIA ES SOLO UN BORRAD...