Antes de partir

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Eran las 6 de la mañana. Justo hoy era el primer amanecer donde cualquier escritor, poeta o amante del paisaje mañanero, lloraría lágrimas de sangre. La vista paradisíaca se convirtió literalmente en el infierno. Incluso cualquier persona ajena a estos pasatiempos, sin duda, tendría pensamientos similares.

Un ejemplo claro era Silvia y Sophia, que yacían de pie mirando el oeste. El gran emperador del día brillaba con un color rojizo, cuyos rayos parecían más agresivos que nunca.

—Hoy es un día maldito. Hasta el sol cayó bajo este desastre. Me hace imaginar que todo el sistema solar está destruyéndose, y no solo la Tierra —expresó Silvia.

—Es difícil aceptar la realidad todavía. En serio que no me entra en la cabeza todo esto —Sophia pronunció con visible intranquilidad.

—A cualquier persona le resulta complicado, pero, bueno, si no seguimos el ritmo, padeceremos —Giró para ver a los otros 2 miembros del equipo—. Hay mentes que están lo suficiente preparadas para estas circunstancias.

Sophia persiguió la dirección hacia donde los ojos de Silvia señalaban, y a cierta distancia, Gunnar sostenía un báculo de dos metros y daba pasos para encontrarse con Caesar.

—¿Ellos son unos? —preguntó.

—Sí. Con estos dos, estoy segura de intentarlo hasta el final. Vienen representando una droga estimulante para mí —Pausó unos segundos—. Además, ¿no te parece atractivo ese hombre? Si me lo pide, seré su esposa.

Entretanto Sophia ponía el cerebro a trabajar más de lo normal, con el fin de comprender si era una broma lo que dijo o de verdad era en serio, Gunnar estaba a pocos centímetros del chimpancé, que dormía plácidamente. Se preguntó si Caesar le gustaba molestar su paciencia.

—¡Despierta! —Él gritó, pero no fue escuchado. Esta vez no quería gastar el tiempo desperdiciando saliva. “Te daré un poco de tu propia medicina”.

Apretó el báculo y bateó como si fuera un jugador de las grandes ligas. El arma larga y pesada chocó contra el trasero de Caesar, emitiendo un sonido seco. Fue tan fuerte el impacto que el báculo vibró en las manos de él. “Definitivamente, es igual a una roca. Debería de distribuir el Origen cuantificado obtenido ayer. Sería una humillación que este malcriado me gane”.

En conjunto con el sonido del golpe, los gritos de dolor y rabia de Caesar se escucharon por toda la cubierta del edificio. Ya no había la necesidad de descubrir quién le perturbó el sueño así, porque no había otra persona aparte de su hermano mayor que hiciera algo tan atrevido.

—[¡Duele!] —Le tocó aguantar el dolor y levantarse en silencio.

Sophia se tapó la boca con la mano derecha por la imprevista acción. Se sorprendió principalmente que el animal hubiera resistido semejante castigo. “Si fuera dirigido a mí, mínimo me quebraría un par de huesos", confesó.

Silvia, muy acostumbrada, se echó a reír. —La mejor faceta de Gunnar es cuando interactúa con su queridísimo hermanito, Sophia.

—Silvia, no pierdas tiempo y agrega Origen en los atributos. Hay tareas por hacer —sugirió Gunnar desde su lugar.

—Está bien, Gun.

El total de Origen cuantificado para Silvia pasaba los 50.000 y Gunnar los 89.000. Sin pensarlo tanto, él redondeó los atributos en los 80, excluyendo a Inteligencia que aterrizó en los 60 y el Control de Origen, el cual no tuvo ningún aumento. Quería fuerza instantánea actualmente.

Cuando terminó de administrarlos, una ola de puro éxtasis lo mandó directo a un trance. El sentimiento de placer se elevó varios peldaños que ni la droga más adictiva del mundo podría mencionarse en el mismo tema de conversación, ya que resultaría en la mayor ofensa.

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