Luego de que el susto no hubiera sido nada más que eso, los Liberados pusieron sus ojos a los alrededores. Se vieron condicionados a reunirse en el pequeño entorno sumergido en la extraña neblina si no aceptaban abandonar la zona segura.
En el centro del área, el grupo de Gunnar hizo acto presencia. Lo primero que captaron fueron los múltiples individuos situados en diferentes sectores. Era cuestión de echar un vistazo a cualquier parte para encontrarse con personas mirándolos con sigilo.
Aunque poco se lograba ver, los autos dañados y más vehículos de transportes arrojaban la clara señal de que estaban en la carretera.
El grupo marchó sin temor hasta toparse con más de una docena de Liberados que se interponían en su camino. No porque quisieran, sino que yacían ahí antes que ellos. Las personas descansaban sentados en carros y busetas dañadas que obstruían el paso por la vía.
Fue predecible el duelo de miradas, las promotoras de invocar un aire espeso y opresivo en el ambiente. Caesar, despreocupado e ignorando la situación, saltó imprudentemente en un autobús vacío y cayó de nalgas. Posteriormente al ruido provocado por el daño que causó la caída en el vehículo, cruzó sus piernas y apoyó la cabeza en su mano derecha; le resultaba aburrido lo que presenciaba. Silvia siguió su ejemplo e invitó a Sophia a sentarse con ella en un carro particular, no muy lejos.
—¿Qué creen que hacen? Este es nuestro territorio —sonó una voz gruesa y con tono molesto por parte un hombre de mediana edad. Él era canoso y le hacía falta un ojo.
—Aquí descansaremos. Si tienes problemas, ven e intenta sacarme por las malas —declaró Gunnar, poniéndose en medio del lugar, sin vacilación.
La respuesta firme y repleta de agallas produjo un nuevo silencio en el receptor. Pasando unos segundos y ese hombre desvió su rostro, rechazando la invitación a pelear.
Sin nadie que se opusiera, Gunnar y los demás dividieron sus direcciones para descansar en algún espacio relativamente bueno.
Poco se habló, ya que no había nada que decir. Todos estaban atentos a cualquier anomalía, esperando lo que pronto vendría. Así se vivieron los minutos posteriores, solo que más Liberados aparecieron y tomaron un espacio.
Y por coincidencia del destino, el grupo detectó a ciertos personajes que conocían a la perfección. Caesar le informó a Gunnar de las energías, que ahora tenía la capacidad de distinguirla. Él lo primero que mentalizó fue la evolución de la habilidad del animal, lo otro no lo calificó como relevante, así que lo ignoró.
—Oh, qué agradable ver nuevas caras. Gabriel, ¿los has visto antes? —habló Lina, girando de izquierda a derecha su cabeza, memorizando los Liberados presentes. En ese proceso, coincidió con la figura de Caesar y su cara se puso fea—. ¡¿Ustedes están aquí?!
—No, idiota, somos unos clones —Silvia respondió sin dirigirle los ojos.
Gabriel enfocó su visión en la seductora voz, y al hacerlo, su estado de ánimo se volvió negro y tosco. “¡Maldita sea! Por supuesto, no podía faltar la cereza en el pastel”, maldijo para sus adentros. Cada vez que se olvidaba de esa gente, inexplicablemente los hallaba.
—Lina, camina. Ya hablamos de esto, no quiero repetir. Ustedes también eviten enfadarme.
La mujer en cuestión canalizó las emociones salvajes e ignoró a Silvia. A centímetros de ella, Gregor y Matthew, el arquero, también pusieron de su parte y no armaron un alboroto.
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LA ÚLTIMA DEFENSA DE LA CREACIÓN
Science Fiction[LIBRO 1 TERMINADO] [EN PROCESO DE EDICIÓN] ¿Qué pasaría si el mundo tal y como lo conoces se destruye frente a ti? ¿Te imaginas con la capacidad de destruir un automóvil de un solo golpe? ¿De poder recordar cada uno de los momentos de tu vida? Añ...