Peleas de altos riesgos

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—¡Mark, sal de ahí! —James ordenó, ya que si no se movía sería el próximo en ser próximo asesinado.

El secuaz le recorrió un escalofrío por la columna al percibir el momento bajo una nueva perspectiva. El llamado lo sacó del sosiego que tenía por la muerte de su amigo y volvió a analizar objetivamente. Pasó a segundo plano los pensamientos corrosivos de enfurecimiento y juicios desmedidos para elegir sabiamente los siguientes movimientos. Abofeteó su mejilla y usó sus piernas con la intención de escapar. Jhon había perdido en un instante la capacidad de tomar represalias o defenderse y él no estaba dispuesto a averiguar qué tan lejos podría llegar.

Cuando la Pesadilla terminó con Jhon, cambió de dirección, torció el cuello de forma anormal y enfocó su nueva presa.

—¡Mierda! —Mark maldijo su mala suerte por la necesidad de segundos. La bestia ya lo marcaba y lo alcanzaría en breve.

—¡Te daré tiempo! —La ruda y ensordecedora voz del gigante se dispersó en el aire.

El secuaz terminó siendo el punto de encuentro entre la Pesadilla y James. Cada uno se precipitó hacia el hombre, sin embargo, el líder pandillero fue el que ganó la carrera, salvándole el trasero a Mark.

El hacha se elevó y acometió contra el monstruo que venía a toda velocidad. Para la amargura del gigante, la criatura esquivo ileso y también pudo contrarrestar, lanzándole en línea recta el brazo filoso de garras. James contuvo la respiración cuando esas mortales cuchillas adheridas en los dedos viajaban directo a su corazón.

“No puedo esquivarlo“, pensó. Esa era la realidad. Observó las garras penetrando lentamente su pecho, rodeando el corazón. Parecía que la intención del monstruo era arrancárselo. Cuando logró clavarse 2 centímetros de profundidad, Mark vino al rescate.

—¡Apártate, engendro del demonio!

El hombre de contextura delgada y tatuado había anticipado que su jefe sería demasiado lento. El anterior enemigo había sido golpeado porque apenas descendió, fue saludado con el hacha, pero este ya estaba preparado.

Como la Pesadilla había estirado el brazo, Mark intentó aprovechar la oportunidad cortándoselo. Por desgracia, el adversario logró quitar su miembro y retirarse un par del espacio de pelea.

—Me salvaste el culo —agradeció James.

—Ni lo menciones —respondió—. Cambia el hacha si no quieres morir. La rapidez de esa cosa no es para que utilices esa clase de armas pesadas.

—Demonios, soy un completo imbécil —dijo, soltando el pesado compañero y tomando el machete que obtuvo de Cristian. Posteriormente, se tocó las heridas en el pecho y miró sus dedos que se ensangrentaron—. Estuve cerca de acompañar a nuestros colegas en el infierno.

Mark no descifró con qué intención su jefe habló, pero en él brotaron memorias de las cuales hubiera preferido guardar en otra situación. Deseando cambiar el tema, se enfocó en el problema actual.

—Será difícil salir vivos de aquí si peleamos los dos solos. Soy incapaz de luchar directamente por mi falta de fuerza, además, hay más de uno.

—Y yo no sé si pueda ganarle a 1 —expresó James después de sacar nuevas conclusiones respecto al poder de las Pesadillas.

—Quizá sí nos reencontraremos con esos bastardos pronto… —pronunció, exhalando con fuerza. Era una forma práctica para él de evaporar los malos pensamientos.

Les tocaba triunfar contra todo pronóstico porque solo se tenían ellos mismos. Los demás tenían la agenda ocupada atendiendo a más Pesadillas. Si ahí llovía, por allá no escampaba. Por tal razón, esperar una ayuda sería darse falsas ilusiones.

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