Todos contra la Pesadilla más fuerte

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Un ruido fuerte se escuchó. Era el hombre de piel amarilla que cayó desequilibrado y aparatoso contra un automóvil dañado al ser soltado por Silvia a gran velocidad.

—¿Evaluación? —preguntó ella a su compañero.

Gunnar, que estaba de espaldas, giró y la vio de frente. En él se podía ver dos cortes en el pecho, insuficiente para ser grave, pero el ardor debía ser muy incómodo.

—Demasiado poderoso —afirmó.

Ellos, con escasa información acerca de la precisión del poder enemigo o sus alcances, optaron por explotar el preciado hueco que abrió el ataque de los pistoleros y probar la intensidad de la corriente que traía el río. La conclusión fue desalentadora.

Silvia reveló un rostro serio y amargo. Ya sabía que el único puñetazo directo ni siquiera tuvo efectos deseados porque chocó en la barrera defensiva, y encima de eso, Gunnar acababa de bailar con la muerte. —Preocupante —respondió.

—Sí. El método más efectivo es crear las oportunidades, así como pasó ahora —indicó, observándose los nudillos con los que pegó el puñetazo; estaban rojos y ligeramente magullados—. De otro modo, nos aniquilará.

Mientras conversaban, siendo indiferentes a la tercera persona que fue tirada como trapo viejo, esta se levantó con calma y los vio.

—De antemano, muchas gracias, independientemente de las razones por la que me ayudaron —habló de forma cortés, obteniendo atención—. Ahora bien, ya que desean continuar, yo me uniré.

Gunnar y Silvia solo lo analizaron y asintieron débilmente. Se necesitaba cualquier apoyo.

—No confío en ti y de seguro tú menos —aclaró el miembro de la familia Coleman—, pero tendrás momentos precisos que deberás tomar en la batalla y atacar, asimismo, ella y yo haremos lo mismo con ustedes.

Posterior a esa aclaración, él y Silvia corrieron velozmente, desapareciendo del lugar.

—Gusto en conocerlos, mi nombre Jonan —habló solo y sonrió irónicamente—. La gente ya no tiene modales.

No perdió más el valioso tiempo y abandonó el espacio también, para agruparse con el otro pistolero y seguir la lucha. Esto apenas iniciaba.

Ahora, volviendo al principal enemigo de los Liberados, el ser se encontraba de pie, quieto como estatua y percibiendo los distintos individuos que lo rodeaban de un lado a otro.

De la nada, caminó sin miedo, así como si diera un paseo por el parque, nada más que en vez de una persona común, él sería la representación de un león hambriento y alejado de su hábitat.

Después de detenerse otra vez y sacar sus garras, apuntó a su siguiente víctima que estaba escondida en una pila de escombros: el segundo pistolero. Las razones del porqué estaría deambulando cerca del enemigo podrían ser muchas, pero las consecuencias de hacerlo ya habían venido por él. La Pesadilla se hizo presente en un parpadeo, era semejante a verlo teletransportarse, puesto que su velocidad excedía varios pliegues al del ojo humano normal.

—¡Maldita sea! —escupió el hombre. Su edad pisaba los 50 y en su cuerpo lucía el uniforme de los agentes el cual estaba dañado por completo. “Fui muy lento”.

Acto seguido, se entonó dos veces la melodía de los huesos partiéndose.

—¡¡Aaaah!! —El grito agónico del hombre resonó y de manera secuencial, otros dos quiebres se escucharon, lo cuales significaban más partituras de huesos—. ¡¡Aaaahh!!

La Pesadilla había ido a lo suyo y le propinó golpes en cada extremidad. El hombre se perdió en el dolor unos segundos y continuó desembocando gritos agónicos hasta que, de forma lenta, su voz se fue apagando.

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