Proceso final de Liberación

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Habían transcurrido exactamente 1 hora desde que Silvia y los hermanos dieron inicio a lo que sería el primer platillo compuesto por Pesadilla para la mayoría. La sugerencia de la rubia a la pandilla de hacer lo mismo se aplicó y ellos imitaron los pasos.

—Personalmente, lo único que como es la carne. Es la parte con un sabor más o menos decente. El resto me es desagradable de ingerir —expresó Sophia, arrugado la cara al recordar ciertas experiencias.

—Mientras más desagradable es, mejor para nuestro cuerpo —reveló Benjamín—. Te repones más rápido. Es como si fuéramos un dispositivo y la carne de monstruo el cargador.

—Oh, con que así son las cosas. Gun, ¿qué parte quieres? —preguntó.

—El cerebro.

—Ya veo, siguiendo los gustos de Caesar. También pensé en eso, por lo que cociné 2.

Estando partidas las porciones, Silvia le entregó a Gunnar el órgano. Sophia, siendo fiel a sus palabras, seleccionó un gran pedazo de carne y su hermano se fue por el corazón.

Gunnar echó un vistazo a su comida y sin pensarlo demasiado se lo llevó a la boca, clavándole los dientes y masticándolo sin contemplaciones. Los gestos faciales no variaron en el proceso, parecía no sentir sabor alguno.

La rubia tampoco puso peros y devoró el cerebro sin quejarse, caso que hizo a Sophia alzar las cejas inquisitivamente, dudando que el sabor fuera otro del que tenía en sus recuerdos. —¿Me das? —dijo.

—Claro que sí, hermosa. Aquí tienes —Silvia estiró la mano, dibujando en su hermoso rostro una sonrisa al ver a la niña curiosa.

La receptora recibió el trozo de cerebro con cuidado e intentó olerlo para evaluar su posible sabor, pero ni con sus sentidos mejorados olfateó algo más que sangre. No tenía otro aroma. Cerró los ojos y probó…

—¡Puta mierda! ¡Asqueroso! —chilló. La chica escupió en ráfagas de cada residuo del cerebro en su boca. Sintió que algo se le subía a la garganta, sin embargo, tragó con fuerza para no expulsarlo. Se limpió los labios y clavó los ojos directos hacia Silvia, que se reía con entusiasmo.

—Silvia, jamás imaginé que serías igual de malvada que Caesar. Confié en ti —dijo la adolescente casi llorando por la traición.

—Pero, cariño, tú fuiste la que me pediste. Además, ya que tenías experiencia de esta comida, di por hecho que estabas algo consciente del sabor.

—No me digas nada —refunfuñó—. Me iré.

Sophia marchó enfadada hacia su hermano y la rubia simplemente sonrió y negó con la cabeza por las acciones graciosas de la chica. Con esa misma actitud, llegó donde Benjamín, agarró la carne y la masticó hasta comer el último pedazo.

Pasó otra hora, cuando, a los lejos, una figura de color blanco se dibujó. En unos pocos segundos, dicha imagen se presentó de manera escandalosa cuando aterrizó de un salto; sin embargo, no afectó a nadie los diversos escombros que se dispararon tras la exagerada presentación.

—Has estado practicando tus aterrizajes. Eres un buen chico —felicitó Silvia.

—Por favor, dime que no han aparecido más de esas horribles cosas. No las quiero ver ni en pintura —pronunció Sophia, con claro nerviosismo. Le aterraba imaginarlo.

El chimpancé fue recibido con las voces más encantadoras del grupo y a todas dos le respondió.

—[No, señorita Sophia] —A Silvia, Caesar le hizo un gesto de felicidad.

Para la más joven, saber que no se habían originado nuevos espejos le hizo soltar un poco la tensión que estaba empezando a crecer nuevamente.

—Te "escuchamos" —pronunció Gunnar.

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