Teletransportados - Final Vol. 1

43 16 0
                                    

—¡Eres una demente! —exclamó Gabriel, enrojecido de enojo. Le era imposible procesar lo recién. Segado en ese sentimiento, las manos corrieron a buscar la espada guardada, y al contacto con ella, un aliento caliente le respiró en la nuca.

—Mueves un centímetro de tu cuerpo y acabarás igual —Caesar amenazó con una voz fría. Al hombre se le pusieron los pelos de puntas y sus dedos soltaron el arma. A dicha reacción, el animal le palmeó el hombro y dijo—. Buena elección.

Silvia, por su parte, enganchó una sonrisa angelical mientras sostenía la cabeza de Lina. Estaba feliz por haber cometido el asesinato.

—Tenía tiempo que no disfrutaba asesinar a alguien. Es similar a un fresquito cálido en el alma —declaró, inhalando y exhalando por la boca. Se sentía refrescada—. Ahora bien, con permiso.

Con esas palabras, lanzó la cabeza a Caesar y la atrapó. Nadie preguntó qué haría con ella, pues ya sabían de su tendencia carnívora.

Silvia se llevó a la Pesadilla en el hombro y caminó por el mismo lugar de donde vino, abandonando a los dos Liberados, quienes guardaron silencio hasta estar seguro de que no estarían en peligro. Nadie de ellos lo notó, pero ella trataba de ocultar el repentino cansancio que le produjo matar a Lina.

—Tengo una pregunta —Robert habló, rompiendo el mutismo y con la frente arrugada—. ¿Por qué Lina no se defendió? Ni siquiera pareció reaccionar en lo más mínimo.

Gabriel también había notado ese detalle. Es como si hubiera estado distraída de principio a fin, cosa improbable e ilógica. 

—No tengo ni idea, pero al menos hay que atribuirle el comportamiento a esa mujer rubia. Algo habrá hecho sin nosotros darnos cuenta. ¿Será una habilidad de Origen?

No existían más hipótesis. El antiguo líder apretó el puño, carcomido por la frustración de no poder siquiera tomar represalias. “Diablos, debo controlarme”, se dijo y respiró hondo para poner en acción la tarea.

—Es verdad. Quizá sea una Controladora… Una muy peligrosa según lo demostrado —opinó Robert, manteniendo el mismo semblante—. Son una partida de monstruos.

De esta manera, los dos se mantuvieron allí durante el resto del tiempo, Gabriel reproduciendo múltiples veces los previos acontecimientos y las muertes de sus camaradas, sobre todo la de Lina, concluyendo en lo cruel que era la realidad. Pues, su final fue el más injusto.

Robert también profundizó en sus pensamientos, los cuales estaban hechos un caos. La victoria no se consiguió sin antes pagar un precio muy caro. El duro corazón del agente le resultaba complejo aceptar las muertes de sus colegas y su gran capitán Malcom.

Recorrió la zona y con la simple mirada entendió que el cadáver de Marcus había desaparecido por completo. Lamentó haber estado ausente. Ni sabía exactamente cómo falleció. 

—¡Mierda! ¡Esto es una mierda! —se cabreó, y un escombro a su lado pagó las consecuencias cuando los nudillos lo hicieron estallar en cientos de pedazos. “Ahora también perdí el cadáver de esa Pesadilla. ¡Maldita sea! Los superiores estarán muy enojados”. Imaginarlo le producía un palpitante dolor de cabeza.

Otro que profundiza interiormente era Gunnar, mientras seguía recostado a la demacrada roca. Experimentó demasiadas cosas que no podía ponerlas a un lado. Desde el sueño, las emociones incontrolables y el sorprendente poder. Mencionando, además, la difícil batalla que casi le cuesta la vida y el misterioso portal que atraía una calamidad innegable. Por ahora nada más podía agradecer que ya no era una amenaza

Desviando el enfoque, meditó sobre los sentimientos y emociones recargadas y que actualmente lo habían abandonado igual que antes; sin embargo, en su corazón la sensación de ira, dolor y venganza se habían guardado en él, reconociéndolos por primera vez. “No es un sueño, es real. Ella existe”, concluyó.

LA ÚLTIMA DEFENSA DE LA CREACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora