Demostración

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—¿Cómo te sientes? ¿Estás mejor?

Silvia le preguntó a Sophia si las ganas de vomitar se habían ido.

—Un poco —Era muy pronto para que se acostumbrara a esas escenas.

Cuando el grupo comió hasta quedar saciados y asegurar fuertemente la bodega donde se almacenan los alimentos, en la salida, la adolescente se topó con Caesar devorando el cadáver del hombre asesinado por Malcom. El vómito entonces corrió por la garganta y desde ahí, su cara ha estado pálida. Un día de mierda lo calificaría si le preguntasen.

Ellos ya se dirigían a toda máquina hacia fuera de la zona libre de Pesadillas. La velocidad rondaba los 150 km/h, la cual superaba al guepardo. Aun así, las dos chicas tenían la capacidad de conversar y desviar su atención de la carrera.

—El camino por fin terminó. Es hora de darlo todo —dijo Gunnar mientras detenía los pasos.

A varias docenas de metros, las Pesadillas merodeaban tranquilas de izquierda a derecha. Era una vista particular, porque mayormente se veían impulsivas y con furia irrazonable.

Los monstruos estaban “del otro lado”. Existía una especie de barrera invisible e indetectable para los sentidos que evitaba el ingreso a la zona donde ellos estaban.

—Espero salir vivo de eso —murmuró James.

—Me adueño de tu Origen cuantificado si no —Gunnar afirmó con total naturalidad—. Andando.

Él despertó a las Gemelas que morían de ganas por ejercitarse.

—[¡Sí, empecemos!].

Casi al mismo tiempo, Silvia y Caesar sacaron sus armas también. Después el trío invadió el territorio enemigo tras un enorme salto escandaloso.

Las Pesadillas sintieron las nuevas presencias y prestaron su atención a ellas. El comportamiento tranquilo fue reemplazado por uno demencial y los chillidos azotaron el silencio que no tuvo otra opción que esfumarse.

—¡Formación principal contra avalanchas de monstruos! —Gunnar gritó.

Silvia y Caesar de inmediato se acercaron a él y dibujaron una especie de triángulo entre ellos. Segundos más tarde, el grito de guerra de Caesar dio la bienvenida al primer choque.

Las Pesadillas se lanzaron sin miedo y con una agresividad aterradora. Tampoco les importaba si tumbaban o aplastan a otro de su especie. Tal desorden los hacía ver como zombis hambrientos hallando carne fresca. Sin embargo, dicha carne resultó ser una trampa letal.

Sophia y la pandilla pudo experimentar lo que sería la matanza más aterradora en contra de esas criaturas hasta el momento. Los tres se movían a la velocidad de un rayo con las armas y cortaban a las Pesadillas igual que una licuadora batiendo frutas.

—¡Oh, mierda! —Mark gritó sobresaltado—. ¡¿Qué están viendo mis ojos?!

—Es una locura. Son realmente aterrados —habló James.

La verdad era que ellos no podían describir o definir lo que veían enfrente. Alguien que era más fiel a esta afirmación era Sophia. Su voz abandonó su cuerpo y únicamente quedó una anonadada joven muda. —¡Es una montaña la que hicieron en segundos!

Lo que dijo no fue exageración, en realidad sí habían creado una montaña. La cantidad de monstruos que moría no lograba ser contabilizada por ningún espectador. Sin embargo, ellos se movían conjuntamente a medida que mataban para no ser obstruido por los cadáveres.

—En vez de estar mirando, movamos el culo —ordenó el líder bandido.

Mark y los otros 2 secuaces, al apreciar tal nivel de batalla, la determinación les flaqueó. James comprendió eso, por lo que actuó en consecuencia, y después de una orden que no aceptaba excusa, con amargura, obedecieron.

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