Jornada larga y laboriosa

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La muerte de la nueva especie encontrada merecía ser reconocida como una de las más espectaculares a los ojos de Silvia. No solo de ella, la pandilla y el dúo de Gunnar y Caesar tenían que apremiar la ejecución perfecta de las acciones, sin importar que la alta Inteligencia en sus atributos le permitieran realizar movimientos complejos con mayor precisión.

Saber cuándo, dónde y cómo moverse en un combate derivan de dos aspectos: el don natural y el trabajo duro. Así que a la adolescente no se le podía demeritar nada; era digna de elogios. Sin embargo, estaban en un espacio de lucha sangrienta donde lo más primordial, obviamente, era escapar con vida.

Las alabanzas de la rubia, aspirando a calificar lo que sus ojos presenciaron, fueron detenidas cuando la campana sonó anunciando el segundo round de la batalla. Esta vez hubo nuevas incorporaciones, las cuales fueron las mismas Pesadillas que Sophia asesinó.

—[Son 56 monstruos y varios más poderosos que aquella con el cuchillo en la cabeza] —reportó Caesar.

—Exterminemos a este tipo de Pesadillas hasta que los demás puedan defenderse —ordenó Gunnar.

—[Entendido, hermano. Yo estaré con la señorita Sophia y tú con Silvia. Es mejor dividirnos ahora que cambiaron las condiciones del partido].

Los dos compañeros aprobaron el nuevo plan con un gesto. El chimpancé, al recibir la luz verde, se agachó para activar un saltó de 50 metros de largo. Su figura se podía apreciar cortando las furiosas gotas negras mientras atravesaba la zona de batalla por los cielos.

Sophia acababa de recuperar su cuchillo luego de matar y pasar por múltiples Pesadillas, y cuando que volteó, la bestia con su blanco característico, ahora con tono oscuro, hizo acto de presencia cerca de ella. La adolescente se cubrió el cuerpo para protegerse de los pedazos de carretera que se esparcieron por todo el lugar.

—¡Caesar, no sea tan brusco y saltes arbitrariamente! ¡Un poco más y me hubieras dejado como puré de papa!

El animal entonces se rascó la cabeza para disimular su imprudencia. Sophia le sacó la lengua representando una mofa, lo cual concluyó en una mala acción, debido a que las gotas cayeron ahí y un sabor asqueroso tocó su paladar.

—¡¡Qué repugnante!! —chilló.

Caesar ignoró la desgracia de su compañera, pero también le gustó que ella se sintiera mejor. Luego aplaudió.

Sophia reaccionó instantáneamente y cuando lo vio alzar su báculo en posición de batalla, entendió lo que quiso decirle. Detuvo sus quejas sobre el sabor de la lluvia y se preparó para la dura batalla. Miró las docenas de Pesadillas y entendió que el día iba a ser muy largo.

“Ahora comprendo un poco más todo lo que mi hermano ha pasado durante los últimos meses. Esto es un maldito infierno”, pensó ella.

De este modo, la chica y el animal relucieron todas las habilidades del arsenal en una lucha interminable. Caesar era una máquina de exterminio. Tenía una energía casi infinita que fulminaba a cualquier monstruo cerca, zumbando el báculo por causa de los veloces giros que le ejercía. A medida que iba matando y se presentaba la oportunidad de comer, devoraba los cerebros de los cadáveres más fuertes.

A pesar de que Sophia no era lenta, no poseía esa capacidad devastadora. Ella actuó de refuerzo, eliminando las Pesadillas que Caesar dejaba libre deliberadamente. Con semejante compañero, se sentía que estaba en una especie de entrenamiento, pero uno infernal.

En el otro sector, la subyugación a una escala más grande desfilaba en las calles destruidas y bañadas en aguas negras. Sus protagonistas no eran otros que Gunnar y Silvia. La sincronización ni siquiera dependía de las palabras. Los dos se leían mutuamente y sabían cuando y cómo apoyarse. Las espadas filosas irradiaban un brillo y demostraban la gran calidad de diseño.

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