✨ 01. Movilnet mental

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❝ 𝑺𝒂𝒍 𝒅𝒆𝒍 𝒎𝒂𝒓

¿Tenemos poderes para saber de dónde viene una vaina?

De bolas, con esas expresiones tienes que saber de dónde viene esta guevonada.

Del Salto Ángel.

Sí, de ese lugar donde se quería lanzar Andreina cuando se enteró que tenía una exposición que presentar y ni grupo tenía.

Eso le pasa por llegar tarde, vio.

―Profe pero ¿no hay chances de poder hacerlo con aquel grupo? ―señaló el grupo donde estaban sus dos convives.

La profesora andaba como arrecha, esa ni vio a donde señaló Andreina y solo negó, sentenciando de una ya, a que la chamita tenía que hacer su exposición sobre la diabetes, sola.

―Si llega alguien más te tocará juntarte con esa persona, del resto la tienes que hacer sola.

―Profe pero eso es un tema larguito.

La señora se encogió de hombros, pasándose el sufrimiento de Andreina por el forro del culo. ―Ah bueno, pa' la próxima llegue temprano.

Andreina forzó una sonrisa y asintió, educadamente volvió a su asiento porque de paso la profesora la corrió, mandándola a sentarse sin mucha amabilidad. La chamita torció los ojos apenas la mujer le quitó la mirada de encima.

Vieja mamagueva.

Dulces palabras.

―Y ustedes, falsas, ni siquiera metieron una mentira de que yo estaba por aquí cerca, algo ―se giró a ver a sus panas.

Gabriela dejó de masticar el chicle cuando se lo tragó sin querer porque Valeria le dio un codazo intentando abrir el cierre de su chaqueta. La vaina le causó risa a Andreina y medio le bajó la arrechera que tenía encima.

Pero solo por cinco segundos porque rencorosa se nace.

―Falsas.

―Coño Andre, deja de decirnos así vale, yo sí intenté que te pusieran con nosotras... ¿tú crees que nosotras queríamos estar en el grupo con Juan?

Valeria apuntó a su amiga con el lápiz chimbo comprado en el terminal cuando se equivocó dándole la plata al vendedor en lugar de al colector. ―Gaby tiene razón, nosotras metimos mentira y vos sabe' que esa profesora anda siempre como atravesa', mija.

Andreina refunfuñó pero terminó por creerle a sus panas. No se podía arrechar porque hacerlo y volverse a contentar le gastaba energía, y pa' tener energía tuvo que haber desayunado.

Pero con el apuro que le metió la mai, dejó el desayuno pagando dos veinte en la mesa de la sala.

Si esa vaina estaba intacta cuando regresara del liceo, iba a ser como que mucho milagro de la rosa del Guadalupe, porque su gato no perdonaba nai, menos si la habían rellenao con sardinas.

Andreina como que había dejado esa vaina con toda la intención.

― ¿Trajeron desayuno? ―preguntó por lo bajo.

La voz de la profesora era lo que más se estaba escuchando en el salón, la señora andaba explicando una verga ahí a la que Andreina y su grupo no le estaba parando bolas porque el hambre era un sentimiento muy arrecho de ignorar.

Así que con agilidad, las tres carajitas se rotaban la arepa rellena con diablito de la enchufada del grupo, la Gabriela. Esa morena con corazón socialista era el sol de ese grupito.

𝑫𝒆 𝒂𝒎𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒚 𝒂𝒓𝒓𝒆𝒄𝒉𝒆𝒓𝒂𝒔  «𝙴𝙽𝙷𝚈𝙿𝙴𝙽»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora