🍁 40. Caligueva por cantidades

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𝑫𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒏𝒐𝒗𝒆𝒍𝒂𝒔 𝒖𝒏𝒐 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒑𝒓𝒆𝒏𝒅𝒆𝒓 𝒂𝒍𝒈𝒐

Uno a veces podía ver cómo iban a terminar algunas cosas desde el inicio, tipo ver el primer episodio de la novela y ya tu sabes cómo va a terminar esa vaina.

Así.

De la misma manera la carajita llamada Mari, sabía cómo iba a terminar todo el arrejunte raro que tenía con Jake, era como una plastilina en un preescolar, sabes ques algo pero como que no te termina de cuadrar la forma.

Al principio si le parecía algo como chévere, el carajito y su chanceo descarado, esos latazos repentinos y una que otra conversación de profundos sentimientos.

Pero ese cuentico ya tenía escrito un final medio arrecho de llevar.

El corazón se le había prendido en una rumba de tambor, sintiendo que lo tenía en la garganta, en el ojo, en la teta, hasta en una nalga. Era el corazón o la droga, una de dos.

La chamita estaba sentada en la placita del parque medio decentico cerca de su casa, tenía un coñazo de monte y uno de los toboganes tenía tremendo hueco como pa' tajarse una nalga, pero ahí estaban un par de carajitos corriendo por toda esa vaina sin pararle bolas a na'.

Estaba con un pantaloncito negro, una camisa de Alejandro y los zapaticos que estaban pidiendo por su alma. Con una pierna encima de la otra mientras movía el pie con inquietud, señal clara de piquiña en ese anuel.

Taba nerviosa, mordiéndose el mismo dedo mientras esperaba que Jake Eduardo terminara de comprar las marditas chupetas.

Debe ser que el punto se tragó la tarjeta o qué.

Si antes estaba nerviosa, en el momento que vio al catire salir de bodega sintió que tenía que irse a un CDI.

Se dio un manotón con arrechera cuando una mosca ladillosa se posó en su mano por tercera vez, un coñazo de basura más allá y la mamagueva se viene a parar encima de la chama que olía a desinfectante de cereza porque se le había acabado el suavizante y olor es olor.

El catire no tardó en llegar a donde estaba la chamita, sentándose de una a su lao y poniéndole la chupeta enfrente pa' que la agarrara.

―Había una vieja ahí con un coñazo de tarjetas, que un poquito aquí, un poquito allá, maldita sea, siempre me toca detrás de una así.

Mari se echó a reír, destapando la chupeta, Jake rasgó esa vaina con los dientes y escupió el pedacito de papel que le quedó en la boca, arrugó el envoltorio y lo lanzó pa' afuera de la reja.

Recibió un coñacito en el brazo con un regaño de parte de la chamita que muy conscientemente iba a botar la basura donde iba cuando llegara a su casa.

―Te compré esa azul porque...bueno supongo que te gustan.

―Esto es verde pero te acepto el detalle ―se metió el dulce a la jeta, mirando al panorama que le presentaba Chávez.

Un camión de sardinas socialistas estacionándose justico en la bodega pa' despachar. Una vista para nada interesante pero objetivo calidá para colgarse en el pensamiento mientras fingía ver porai.

―Mira...niña, ¿pa' dónde ves tanto? ¿Te caíste de la conexión Movilnet?

Mari rodó los ojos, paseando la mirada por las personas que estaban caminando. ―Nada, viendo a aquel chamo, 'ta bonito.

Jake de coñazo miró pa' ver que lo qué, arrugando el entrecejo mientras intentaba ubicar, recibió una corta descripción por parte de la chamita y cuando lo ubicó le dio por reírse. ―No puedo decir que tienes malos gustos porque te gusto yo, pero parece que después de mí estás yéndote pa' lo último.

𝑫𝒆 𝒂𝒎𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒚 𝒂𝒓𝒓𝒆𝒄𝒉𝒆𝒓𝒂𝒔  «𝙴𝙽𝙷𝚈𝙿𝙴𝙽»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora