🍁 28. Última opción

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𝑫𝒆 𝒄𝒖𝒂́𝒏𝒅𝒐 𝒂𝒄𝒂́ 𝒍𝒂𝒔 𝒇𝒓𝒖𝒕𝒂𝒔 𝒉𝒂𝒃𝒍𝒂𝒏

Mariangel se mordió el cuerito del labio, pensando severamente sobre la ropa que se iba a poner.

No sabía en qué momento le entró ese chispazo de querer ponerse un vestido, pero ahora cuando tenía la vaina tendida en la cama, envuelta con el paño en el cuerpo y el cabello formándole un charco con las gotas que caían, lo estaba pensando mejor.

Chasqueó la lengua, sentándose a un lado de la ropa, el ventilador le pegó de frente y tembló por el frío, se rodó pa' otro lado porque la flojera de apagar el ventilador era mucha.

Ay no, ponte un pantalón y un suéter, bórralo.

Las voces de la sala le estaban quitando las ganas de salir, ya no quería ser social amá. Los ánimos cambian de un momento a otro de la misma forma que el precio del dólar.

Así que no fue sorpresa para la señora Carolina encontrar a su hija vestida con un conjunto cómodo pa' dormir, sentada viendo Investigation Discovery, jártandose unas galletas de reserva que tenía para esos momentos dónde no quería salir de su cuarto.

Las ganas de mear eran otro peo.

La señora chasqueó la lengua, mirándola seriamente mientras terminaba de entrar. ―Hija, pensé que ya estabas lista ―la doña puso una mano apoyada del picaporte y la otra en su cadera.

La chamita chilló. ―Má, no quiero salir.

―Hija pero un ratico, pa' las fotos aunque sea.

Mari se quitó las boronas de la boca, terminando de masticar la galleta mientras pensaba arrechamente. ― ¿Quiénes están afuera?

―Tu hermano, el chino y Kevin.

La chama quedó ponchada, alzando las cejas con impresión. ― ¿Esos tres carajitos hacen tanta bulla?

La señora asintió. ―Y también payasadas, Kevin se puso a bailar con tu hermano...que risa esos carajitos.

Bueno, si había un showsito donde podía reírse hasta olvidarse que le daba pena, taba bien, y como todavía no comenzaba a llegar la gente, mejor.

La señora Carolina salió cuando Mariangel le prometió que iba a arreglarse. La chama se paró de la cama y la sacudió para que no quedara galleta porque las hormigas aparecían como swat.

La vaina era, vestirse, tomarse las fotos con la ladilla de su hermano para subirlas al estado, diciéndole que lo amaba y toda vaina sentimental que le daba corte decirle en la cara, estar un rato acompañando a su mamá hasta que comenzara a llegar la otra gente que no le caía bien.

Era.

―Mira, tómate una foto conmigo ―el catire alzó el teléfono, Mari se echó pa' un lado lejos de él―, anda vale, no seas rata, ¿no me vas a ayudar?

La castaña hizo una mueca de confusión. ― ¿Ayudarte a qué?

―Bueno, a que se pongan celosas.

Jake volvió a alzar el teléfono, buscando ponerse a un lado de Mari pero la chamita volvió a retroceder, negando con su índice. ―No hijo, a mi ninguna loca tuya me va a estar insultando, andar contigo es como andar con el diablo.

Jake Eduardo abrió la jeta, en su máxima expresión de ofendido, se cruzó de brazos poniéndose derecho frente a Mari. ―Naguará chamita, tú me caes bien, ¿no que yo te caía bien?

Mari sintió un empujoncito, su hermano la había casi que lanzao pa' donde estaba el catire, atrapándola en el medio de ambos cabece' berenjena pa' tomarse una foto.

𝑫𝒆 𝒂𝒎𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒚 𝒂𝒓𝒓𝒆𝒄𝒉𝒆𝒓𝒂𝒔  «𝙴𝙽𝙷𝚈𝙿𝙴𝙽»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora