🎧 23. La nucita de amor

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𝑭𝒊𝒔𝒊𝒐𝒕𝒆𝒓𝒂𝒑𝒊𝒂 𝒆𝒋 𝒍𝒂 𝒓𝒆𝒔𝒑𝒖𝒆𝒔𝒕𝒂

Jossangel estaba relajao cabece' perro esperando a que Carlos se dignara a abrirle la reja porque el sol no estaba bonito, bonito él y no se iba a quemar como pastelito a candela de fogón.

No señor.

Se cruzó de brazos mientras cambiaba el peso de una pierna a otra, le dolía la rodilla un poco, capaz llovía.

El chamito se tensó cuando escuchó el ruido de una moto, de bolas. Estaba arriesgando su culo en esa calle solitaria a las tres de la tarde, de paso que justo se le ocurrió la grandiosa idea de llevarse el teléfono.

Porque iba a casa de Carlos a cargar su perol, su cargador por arte de magia –el becerro del hermano suyo– desapareció vale.

Miró así de reojo, rezando por su alma.

El cornetazo hizo que se le fuese el alma y se le devolviese de trancazo, el pelinegro estacionó la moto, saludando a Joss con un alzamiento de barbilla. El castaño lo vio bajar sus pies al piso aun sentado en la moto, revisando el teléfono mientras esperaba también.

El teléfono de Jossangel vibró con una llamada entrante, el chamito respondió a duras penas con su 10% de batería.

―Aló, ¿marico, no piensas abrirme la reja?

―Papi, yo no sé qué escribí mal pero yo en ningún momento te dije que estaba en mi casa ―se echó a reír mientras que Joss respiraba profundo―. ¿No ha llegao Jay?

―Sí, aquí 'ta... ¿Por qué?

―Súbete pues ―el pelinegro por fin hablo, parándole bolas al chamito, guardando el teléfono y bajándose los auriculares, dejándolos reposar en su cuello.

―Le dije que te fuese a buscar...toy en la cancha papi.

―Coño mano pero yo te dije que necesitaba-

Y la broma se apagó, adiós luz.

Joss masculló un insulto y exhaló, viendo a Jay con cara de ponchado, luego analizó su propia vestimenta.

Un short de playa que servía pa' cualquier ocasión, una franela gris y sus bonitas chancletas. ―No bro, yo me voy a mi casa ―Joss hizo un ademán con su mano, comenzando a caminar.

Escuchó a Jay chasquear la lengua. ―Apues, mala conducta, vamos a la cancha un rato.

―No chamo ¿qué voy a hacer allá? Porque yo no juego.

Jay prendió la moto y comenzó a avanzar al ritmo que Joss caminaba. ― ¿Por qué no juegas pues?

―Me da ladilla.

El pelinegro arqueó su ceja, dudoso, volvió a chasquear la lengua. ―Dale, mala conducta, no vine pa' acá por nada.

Joss había hecho un curso de comediante en la sede de Carlos Cáceres, arroba el pana suyo. Así que el chamito, aprovechó pasar bajo una mata que tenía flores y arrancó una, dándosela a Jay.

―Viste, no sin nada, recuerda que siempre con Dios ―le dejó la flor entre las vainitas indicadoras del kilometraje.

Jay torció la boca, quitando la flor de ahí, poniéndosela detrás de la oreja. ― ¿De pana, mala conducta?

― ¿Por qué me dices mala conducta? Si eres pana de Carlos deberías saber que terminé en dirección por culpa de ese mamaguevo.

Jay se encogió de hombros. ―Si somos panas pero nosotros no nos sentamos en la salita de su casa a hablar de ti.

𝑫𝒆 𝒂𝒎𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒚 𝒂𝒓𝒓𝒆𝒄𝒉𝒆𝒓𝒂𝒔  «𝙴𝙽𝙷𝚈𝙿𝙴𝙽»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora