Capítulo 54: El día antes de que se explotara la burbuja (Parte I)

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Capítulo 54: El día antes de que se explotara la burbuja (Parte I)

Sacó del microondas unos panes envueltos y de la nevera un vino de frutas con dos copas colocándolos en la mesa frente a mí.

—Ya vuelvo —dijo—, puedes ir comiendo.

Olía delicioso, parecía un sándwich profesional de Subway.

Solo afirmé con la cabeza y Hades se fue por el pasillo, me lo quedé viendo completamente embobada, aun no podía creer que estuviera en casa de semejante hombre como lo era Hades Parker, probablemente el hombre más cotizado de la universidad y del país, cualquier chica que lo viera o lo escuchara hablar podía caer rendida a sus pies porque no solo era una cara bonita; era el conocimiento hecho carne y eso a mis ojos era super sexy.

Aun después de que me prometí muchas veces dejarlo por mi presentimiento a que me rompería el corazón, aquí estaba; terca.

«Si eres pesimista Nube, ¿no puedes fantasear con un final feliz con el chico de tus sueños?»

A la mierda, si me iban a romper el corazón, entonces valía la pena que fuera un amor memorable como este.

Hades entró a la cocina nuevamente llevando una franela blanca y un pantalón corto oscuro que mostraba sus piernas ejercitadas, su cabello aun un poco húmedo por la piscina.

Definitivamente, estas eran escenas en mi mente que las recordaría con una sonrisa cada vez que vinieran a mi cabeza por la pasión desenfrenada.

Hades fijó sus ojos dorados en mí y luego en la comida frente a mí.

—¿No tienes hambre? —Preguntó.

Oh...

Me había distraído tanto en mi emoción de estar con él que se me había olvidado comer. Le quité el envoltorio al pan y lo mordí; sabía delicioso, no me había dado cuenta del hambre que tenía hasta ahora. Hades sirvió el vino de frutas y comenzó a comer también, como siempre siendo impecable, como si grabara algún comercial de comida.

—¿Que tanto me ves? —dije al fijarme que ya se había acabado el pan y ahora solo me veía fijamente comer.

Una de la comisura de sus labios se alzó un poco hacia arriba en una ligera sonrisa perversa y se inclinó hacia mí ocasionando que tragara pesadamente el bocado.

—Todo de ti me gusta verlo —admitió con la mirada fija en la mía—, eres un arte hipnótico que me encantaría ver por horas, Nube.

Ay santísima vaca de la leche.

Sentí que la sangre subió a mi rostro cubriéndomelo por completo, ya no podía comer, sentía que me iba a desmayar de lo que acababa de decirme.

Si eso no había sido una confesión de amor, entonces no sabía qué era.

Pero como yo no puedo hacer de un momento romántico algo aún más romántico, sino que siempre la tengo que cagar... sentí que una pelusita se escapó a mi nariz y estornudé, pero como siempre soy intensa cada vez que estornudaba solo 1 vez, me daba por estornudar muchísimas más veces, y ahí estaba yo, estornudando y estornudando sin poder detenerme.

Me levanté intentando aguantar mi nariz para detenerme a mí misma y ahí fue cuando escuché que alguien se reía, me volteé observando que se trataba de Hades, él estaba riéndose de mí era muy extraño escucharlo porque pocas veces podía escuchar su risa, sus ojos achinados, su boca enseñando su dentadura perfecta luciendo como todo un ángel hermoso.

—Me alegra que te cause risa mis alergias —dije con algo de sarcasmo.

Hades menguó su risa, pero mantuvo una ligera sonrisa mientras se acercaba a mí, su rostro rejuvenecido, su mirada fija en la mía como siempre siendo capaz de traspasarme.

Mis piernas temblaron cuando se detuvo frente a mí, una de sus manos apartó un mechón de mi cabello hasta detrás de mi oreja, sus ojos bajaron a mis labios dejándome sin aliento y murmuró:

—No me causó risa tu alergia, en realidad me rio de ti.

Ah.

—¿Te parezco payasa? —dije intentando enfocarme.

—Me pareces lo más tierna teniendo un ataque de estornudo —dijo riéndose un poco más.

Ay...

Es que iba a desmayarme de las palabras tan hermosas que me decía, creía que me había metido a una especie de mundo paralelo donde Hades estaba cayendo por mí.

«No es un sueño, es verdad».

Hades se inclinó hacia mí, pero de repente se detuvo y murmuró:

—Ven conmigo.

Estaba tan embobada que cuando tomó mi mano solo lo seguí sin refutar.

Lo seguiría hasta el fin del mundo y más allá.

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