El jardín de Hogwarts fue el escenario del funeral de Dumbledore. Era irónico que en un día tan soleado se celebrase el más trágico de los actos al que Harry Potter asistió jamás. Había tanta gente expresando su pésame... Y tan poca que realmente conociera lo sucedido anoche.
Se habían dispuesto sillas en frente una capilla donde yacía el cadáver del anciano profesor y el más poderoso mago que había dirigido la escuela. El Ministro Scrimgeour estaba hablando con la profesora McGonagall con la expresión triste, pero Harry sabía que su tristeza no era más que educación y temor, pues si los mortífagos habían logrado traspasar la atmósfera de Hogwarts, ¿Qué impediría aniquilar al resto de los magos restantes?
Sin deshacerse de la cámara, Rita Skeeter fotografiaba a los presentes y entrevistaba al profesor Flitwick, seguramente en un intento de sonsacar información que nadie salvo dos alumnos de dieciséis años podrían desvelar. Ya había gente sentada que acababa de despedirse de Dumbledore y firmado en el libro en el que apenas quedaba espacio.
Harry se acercó al ataud y cerró los ojos. No quería recordar a Dumbledore muerto dentro de una caja, quería recordar sus ojos azules mientras le contaba cosas que nadie excepto él podría saber, quería recordar a un mago poderoso y sabio que lo guió en su recorrido durante seis años. Sostuvo la pluma entre los dedos y decidió que su dedicatoria debía ser distinta, no podía estar situada junto las insignificantes y poco sentidas firmas del resto de la página.
Su recuerdo permanecerá conmigo para siempre. Usted me ha enseñado el significado de la lealtad, y pienso serle fiel como usted lo fue conmigo. Sus enseñanzas no serán en vano, seguiré con lo que comenzó cueste lo que cueste.
Suyo, Harry James Potter.
Harry garabateó su firma, pasó la página y dejó la pluma en su lugar. Al volverse, se encontró con Rita Skeeter, a quien estuvo evitando desde que llegó.
—¿Puedo preguntarle cómo se siente respecto a la muerte de Albus Dumbledore, señor Potter?
—No, claro que no. —contestó Harry sin fuerzas y con la rabia corroyendo por sus venas.
Rita Skeeter pareció recibir el mensaje, porque nada más recibir la negativa de Harry, fue a hablar con otra persona. Harry, con las manos en los bolsillos y unas ojeras púrpuras, fue colina abajo hasta llegar a los pies del lago. Cogió una piedra del suelo y, con toda la fuerza que pudo, descargó su rabia tirándola en el agua.
—Lo siento muchísimo. —dijo Ginny, que apareció por detrás de un árbol con tristeza y pesar.
—Yo también. —respondió lanzando otra piedra.
Ginny no osó molestarlo más, así que le estrechó el hombro y volvió donde se encontraban el resto de sus compañeros. Harry no tardó en oír la orquestra que tocaba melodías fúnebres que no ayudaban a subirle los ánimos. Ante la indiscreta mirada de todos, recorrió el pasillo de sillas y se colocó junto a Ginny.
—Hoy estamos aquí reunidos por la muerte de un gran mago; un mago sabio, honesto y leal a sus creencias. —comenzó el discurso el Ministro Scrimgeour—Nadie creyó jamás que éste día; el día de su muerte, llegaría de forma tan triste y prematura.
Hermione no siguió escuchando el sermón, sino que se limitó a clavar la vista al suelo. Ron estaba a su lado, sin embargo, él sí parecía atento. Los gritos de Hogwarts esa noche no cesaban en su mente, pero sólo la voz de Draco era la que entendía a la perfección; como si le estuviera escuchando a través de unos auriculares:
Intentaré protegerte, ¿Me oyes? Te protegeré.
Tengo queirme.
Lo siento.

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Bewitched Love
Hayran Kurgu¿Quién iba a creer que la enemistad puede convertirse en amor? Draco Malfoy y el resto de sus compañeros empiezan el sexto curso en el colegio de Magia y Hechicería de Hogwarts. Su misión no es fácil, y su vida se complica a medida que va transcurri...