Capitulo 37

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El estadio se estaba llenando muy rápidamente. La mitad del círculo lucía los colores de la casa de Gryffindor, y la otra los de Ravenclaw. El público vitoreaba a sus favoritos, quienes aún no habían salido a saludarles. Por suerte era un día soleado, pero frío. El Ministro había llegado y charlado con Dumbledore y los profesores, con compañeros políticos y ahora iba en busca de su jugador predilecto: Harry Potter.

Un carruaje volador hizo acto de presencia en el descampado. Hagrid fue hacia él, ilusionado, y cuidó de los caballos en la ausencia de su amo.

Hermione había conseguido colarse en la tienda de Gryffindor, donde su equipo por poco no se subía por las paredes. Ron, Harry y Ginny estaban sentados en un banquillo atándose los cordones de los zapatos y ajustándose los guantes. Damelza se unió a ellos, calentando.

—¿Estáis tan nerviosos como yo? —dijo Damelza, inspirando por la nariz y soltando el aire por la boca —Hay tanta gente ahí fuera... ¡Incluso el Ministro está aquí! También mis padres... —se mordió las uñas.

—¿De veras? —exclamó Ron—Papá y mamá... Me van a ver haciendo el ridículo.

Hermione se acercó a ellos esbozando una sonrisa reconfortante.

—Lo váis a hacer genial, estoy segura.

—¿Tú crees? —balbuceó Ginny —Oigo más fuerte el latido de mi propio corazón que los gritos de la gente.

—Tranquila. —le sonrió Harry disimuladamente mientras Ron animaba a Damelza tan bien como sabía.

—Mi pelo está horrible. —gimió Damelza mirándose al espejo.

—¿Realmente te preocupa eso? —rió Ron —Vas a despeinarte mucho más en el aire.

—Hermione... —suplicó Damelza, y la primera le trenzó su pelo pelirojo —Gracias.

—He oído que Minho va a sustituir a Parks en el partido. —dijo Peakes corriendo hacia HarryÉl es una máquina golpeando.

—Vamos a seguir con el plan. —contestó Harry—Ginny y tú os ocupáis de Minho en vez de a Parks. Damelza va a interceptar a cualquiera que se acerque a la portería, yo haré cuanto pueda con la snitch; tú, Peakes, vas a cubrirme las espaldas y los demás nos ayudarán. ¿Entendido?

Peakes asintió junto al resto del equipo. Todos calentaron una última vez antes de reunirse en un círculo y decir unas breves palabras antes de entrar en escena.

—Bueno, chicos, me alegra vuestro... —comenzó a decir Harry, pero fue interrumpido cuando alguien entró en la tienda, aplaudiendo.

Harry alzó la vista y vio a un hombre de su misma estatura, de pelo canoso con un bigote y una perilla en la cara. Lucía un traje negro y unos zapatos de vestir.

—Con que aquí está mi equipo favoriton —sonrió de lado.

Harry era la viva máscara de la perplejidad.

—¿Quién es usted?—preguntó con los labios entreabiertos.

El hombre se aproximó a él y le tendió la mano. Harry, desconfiado, se la tomó.

—Theodore Grahmound. —se presentó. Su piel era aceitunada, y había algo en él que no le gustaba. Tal vez era el exceso de colonia, o tal vez era el olor a tabaco. Parecía un hombre adinerado, acostumbrado a toda clase de lujos.

—Harry Potter. —respondió.

—Sé quién eres, chico. —le estrechó aún más la mano. Harry se la soltó—Te veo mejor que en El Profeta.

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