Capitulo 42

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No, al final no se lo pregunté. -dijo Harry en la cena, pinchando una porción de pastel.

-Lo imaginaba. -dijo Hermione, comprensiva.

-No estaba receptivo, eso es todo. -se encogió de hombros e inspiró. Estaba de mal humor.

Hermione decidió dejarle en paz. El Harry enfurruñado no era de su agrado, y tampoco el de Ginny.

-¿Cómo va la pierna, mejor? -le susurró Ginny en tono cariñoso.

-Sí. -respondió Harry sin darle importancia.

Ginny puso los ojos en blanco y le besó la mejilla efusivamente. Harry sonrió y le dio un pico. Ron resopló exageradamente, y Hermione rió.

-Hermione, hay una carta para ti. -dijo Parvati Patil entregándole un sobrecito blanco con su nombre.

-Oh, gracias.

Lo abrió y leyó su interior:

Señorita Granger,
Le agradecería que pasara por mi despacho mañana antes de que comience con su horario escolar. La profesora McGonagall se ocupará de que encuentre mis aposentos si no sabe su paradero.
Albus Dumbledore.

-¿De quién es? -preguntó Harry, curioso.

-Es... Es de Dumbledore. -respondió frunciendo el ceño.

-Quizás quiere hablar contigo sobre el incidente con Avery.

-Debe de ser eso.

Hermione buscó a la profesora McGonagall después del desayuno. La encontró repasando una lista junto al portón del Gran Comedor.

-Oh, claro. Sígame. -dijo la profesora ajustándose las gafas sobre la nariz.

El despacho de Dumbledore era increíble. Estaba repleto de cuadros y objetos mágicos que nunca había visto. Hermione se acercó a la mesa de madera maciza del centro. Al lado estaba Fawkes, el fénix, dentro de su jaula. Lo observó de cerca, examinando sus plumas de tonos rojizos.

-¿Le gusta? El fénix. -dijo el anciano director bajando por las escaleras con un bastón en mano. Caminaba con la espalda recta, elegante.

-Sí, es impresionante.

-Lo es. -asintió y miró hacia la puerta -Minerva, puedes retirarte.

La profesora McGonagall asintió y desapareció en un abrir y cerrar de ojos.

-Siéntese, por favor.

Hermione se sentó.

-¿Le apetece un té, unas galletas, quizás?

-Un té, por favor.

-Claro.

Una bandeja de plata se acercó dando tumbos en el aire con dos tazas, una tetera, leche y azúcar. Aterrizó en la mesa. Dumbledore hizo un gesto y la tetera sirvió el té.

-Tome.

-Gracias.

Hermione añadió tres cucharaditas de azúcar y un chorro de leche. Lo mezcló y esperó a que el director hablara.

-¿Por qué me ha llamado, profesor? -preguntó educadamente.

-¿Tiene prisa? -dijo mirándola por encima de sus gafas de media luna.

-Bueno, no querría perderme la clase de Encantamientos, señor.

-No se preocupe, el profesor Flitwick estará encantado de repasar en otro momento. Además, por lo que yo sé, va usted adelantada del resto de sus compañeros, ¿Verdad?

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