Capitulo 12

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El cielo estaba encapotado de nubes grisáceas por las que empezaban a caer finas gotas de lluvia. Hermione se puso la capucha de su chaqueta por dos razones: la primera, para que nadie la reconociera; y la segunda, por su voluminoso pelo castaño.

Draco Malfoy estaba a unos quince metros por delante y había dejado de correr ahora que estaban en una calle sucia y desolada. Hermione se escondía detrás de unos barriles y le observaba con atención. De repente, Draco se detuvo, miró a la izquierda y la derecha y, acto seguido, buscó cobijo bajo el balcón de un viejo edificio. Hermione esperó, mordiéndose el labio. ¿Con quién iba a reunirse allí? Y, sobretodo, ¿Por qué?

Después de unos segundos, un individuo un poco más bajo que Draco oculto bajo una túnica negra se le acercó, le susurró algo y ambos se alejaron. Tomaron una calle a la derecha y la chica los siguió con mucho cuidado de no ser vista u oída.

Entonces supo a dónde se dirigían: a Cabeza de Puerco. Sin duda era el lugar perfecto para quedar puesto que nadie solía ir allí a excepción de tipos que no deseaban ser vistos. Y Draco y el otro, no lo querían.

En Cabeza de Puerco, la mayoría de mesas estaban vacías. Sólo habían un par de hombres jugando al ajedrez mágico junto a la ventana, un anciano sentado en la barra, el propietario y una mujer en el fondo. Era extraño verla allí. Cuando Draco y el otro se aproximaron a ella, la mujer se quitó la capucha de la túnica violeta. Tenía el pelo rizado y oscuro, la piel blanca, unos labios finos pintados de rojo y los ojos castaños. No aparentaba tener más de cuarenta años.

—Eh, tú, ¿Vas a tomar algo? —dijo el propietario del local acercándose a Hermione, que estaba escondida detrás de una gruesa columna de madera.

—S-sí —susurró —, ¿tiene un vaso de agua?

—¿Agua?

—Agua.

El hombre se alejó, resoplando y llenó un vaso de agua. Hermione se cubrió más con la capucha y se acercó a la barra. Bebió un poco y miró hacia la mesa del fondo por el rabillo del ojo.

El otro individuo se había quitado la túnica. Parecía Zhor.

Rebuscó en el bolso que había traído consigo. Puede que aún llevara alguna oreja extensible que le habían dado Fred y George cuando estuvieron en casa de los Black.  Por fin encontró una.

—¿Os ha seguido alguien? —preguntó Carrie —Nadie debe saber que estoy en Hogsmeade.

—No, mamá. Nadie nos ha seguido —dijo Zhor mientras le hechaba una ojeada a Draco. Cuando éste se enteró de que iría a visitar a su madre, quiso ir él también a verla aún sin haber hablado nada sobre su amistad.

—De todos modos ya la han visto los de la taverna —comentó Draco mirando a su alrededor.

—Voy a hechizarlos en cuanto nos vayamos. No son demasiados, así que...

—¿Qué está sucediendo fuera de Hogwarts? —dijo Zhor, inquieto.

—El ministerio sigue buscando a los fugitivos de Azkaban. Bellatrix es poco cuidadosa, está como loca por demostrarle al Señor Tenebroso de lo que es capaz para serle fiel. Greyback, el hombre lobo, está bagando por los bosques en busca de otros licántropos que quieran unirse a su tribu y a los mortífagos—hizo una pausa y miró al rubio, cuyo rostro estaba atento a cualquier movimiento o palabra que ella dijera —. Tu madre está realmente preocupada por ti, Draco.

—¿Sabes algo de mi padre?

—Sigue encerrado en Azkaban, y el Señor Tenebroso no tiene intención alguna de sacarlo de allí. Debes de estar preocupado por él. Sólo piensa que cuando...

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