Capitulo 16

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—Vas muy elegante—dijo la voz de Zabini cuando el rubio se disponía a salir de la Sala Común de Slytherin, en un tono petulante y aterciopelado —, ¿A dónde vas, Malfoy?

A Draco se le endureció la mandíbula y contuvo un suspiro. Se giró y sonrió con suspicacia.

—A diferencia de ti, a algunos les gusta ir bien vestidos aunque sea solo para dar un paseo —contestó con amabilidad, aunque en su tono se percibía cierto enfado. Eso le delató.

—Sólo decía que, no sé... Un veintitrés de diciembre, a las siete y treinta y cinco de la tarde, con ropa de vestir y todo oscuro... —posó los dedos en la barbilla en un gesto pensativo —Mmm... No sé, le hace pensar a uno que tienes una cita.

Draco se balanceó mirando al suelo con una sonrisa petulante en los labios y pasó los dedos por su pelo rubio.

—Dilo de una vez, Zabini. Di lo que quieras decir. No te quedes callado como siempre sueles hacer.

—No quiero insinuar nada —dijo con frialdad —, sólo pretendo advertirte de que tengas cuidado con los pasos que tomas, porque cuando te des cuenta ya será demasiado tarde.

—No soy un pelele, Blaise. —replicó con una sonrisa amenazante —Deja de intentar controlar todos mis movimientos.

—Cuidado, Draco. —dijo cogiéndole del brazo cuando éste hizo el amago de marcharse —, soy tu amigo, y como tal debo hacerte ver que no todo lo que haces te llevará al buen camino.

Draco frunció los labios y apretó el otro brazo de Blaise con fuerza, atrayéndolo así por el suéter que llevaba.

—Es demasiado tarde: todo cuanto hagamos, incluiéndote a ti, nos traerá al mal camino —rugió y lo dejó caer hacia atrás. Cuando estaba en la puerta se volteó hacia él y dijo: —Ah, y, Zabini. No te atrevas a ponerme la mano encima otra vez.

Dicho esto se colocó bien su traje y salió del lugar, abandonando a Zabini.

*

Hermione estaba sentada en uno de los sofás, con las piernas cruzadas y la vista perdida en el fuego de la chimenea.

Se sentía mal, realmente mal. En su mente la idea de que Draco no pasara a buscarla le decía que fue todo una jugarreta de las suyas, pero una pequeña parte de ella seguía creyendo que Draco vendría como había dicho.

Tanta ira contenía su pecho que hizo que el fuego creciera mediante un hechizo sin varita. Se sorprendió cuando eso ocurrió, pues apenas había practicado.

—Idiota —masculló para si misma.

—Tu pasión por mí no deja de crecer —susurró la voz seductora de Draco en su oído desde detrás. Hermione dio un salto y se levantó de golpe soltando un chillido.

—¿Estás...loco? —farfulló con la mano en el pecho, controlando su respiración acelerada.

—Así que al final hiciste caso a mi sugerencia —sonrió Draco, satisfecho —. El verde te sienta genial. —tomó su mano y la besó con delicadeza.

Si el corazón de Hermione ya latía con fuerza cuando el chico apareció, lo hizo aún más cuando los labios del rubio rozaron la piel de su mano.

Le hechó un rápido vistazo a su pareja. Llevaba una chaqueta de seda negra perfectamente abotonada y sus pantalones del mismo color. Por el escote de la chaqueta sobresalía una camisa blanca con dos botones desabrochados, dejando ver su pecho esculpido.

—Llegas tarde —dijo Hermione tan fríamente como pudo después de advertir en lo atractivo que se veía.

—Lo sé, y lo siento mucho. He tenido algunos problemas para llegar aquí —explicó.

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