—Hermione, ¿Estás bien? —preguntó su madre, que estaba sentada en el taburete de la cocina con el café entre las manos y El Profeta junto a ella —He leído lo de tus amigos. Lo siento de veras.
—Mamá tengo que ayudarlos. —soltó, temerosa.
La mujer le sostuvo la mirada un buen rato, como si no supiera como actuar.
—Necesitan mi ayuda. —repitió.
—Hermione...
—Sé que vas a decir que es una locura, que soy tan solo una niña que no sabe lo que se está haciendo. Pero realmente necesitan que les ayude.
—No iba a decirte eso, solo me siento mal... —carraspeó —Esto va a sonar egoísta, puede que incluso te enfade, pero... Hacía cuatro meses que no veía a mi hija, y ahora que estás aquí, te vas de nuevo. Es por una buena causa, y te admiro por eso, de verdad, eres muy valiente. Pero si tu fueras madre comprenderías a lo que me refiero... —suspiró y se acercó a ella —No sé mucho sobre la magia, ni tu mundo. Lo que sí sé es que algo no va bien, lo has demostrado desde que llegaste aquí... De modo que...Suerte. Aunque no la necesitas.
Hermione parpadeó y luego sonrió levemente. Se lamió los labios y sujetó el asa de su mochila de cuero, que llevaba colgada de un solo hombro. Estaba sorprendida por la reacción de su madre, que solía ser preocupadiza y maternal.
—Gracias, mamá. —la abrazó —Tranquila, voy a ir a por ayuda, no voy a enfrentarme con nadie; o eso creo.
—Sino, sea o no bruja, voy a encargarme personalmente de que paguen por lo que hacen si te tocan un solo pelo dea cabeza. —aseguró, sosteniendo el rostro de su hija mientras observaba sus ojos castaños tan parecidos a los suyos.
—Estoy segura de ello. —rio.
Hermione se separó y dijo:
—Si todo sale bien, puede que esté en casa en cinco días. Pero si todo se retrasa... Probablemente vuelva a Hogwarts. —miró al suelo —Te enviaré una carta. ¿Vale?
—La esperaré.
—Gracias de nuevo.
—No tienes que darlas.
Hermione se dirigió a la puerta con paso decidido. Antes de abrirla, se volteó y miró a su madre de nuevo, con preocupación. Nunca había hecho esto ella sola, nunca. Harry, en cambio, sabría manejar esa situación, de seguro que sí. Suspiró.
—¿Puedes decirle a papá que no se preocupe?
Asintió.
Hermione se abrochó mejor el abrigo y cerró la puerta tras de si.
Caminó por la acera húmeda, pensando en cuáles serían sus próximos pasos. Tenía que ir al Callejón Diagón, buscar a Hagrid o a cualquier persona con la que pudiera confiar y hacerse con un libro de magia. Nunca se había sentido tan impotente ni descobijada. Pero eso no importaba ya. Tenía que sacar a los Weasley y a Harry de La Madriguera, deshacer el hechizo. Porque sin ellos, el mundo mágico sería un títere en manos de mortífago. Caminó durante quince minutos hasta encontrar un taxi junto a una cafetería.
—Perdone, ¿Charing Cross Road cae muy lejos? —le preguntó Hermione al taxista, que había bajado la ventanilla.
—No demasiado, ¿Quiere que la lleve hasta allí? —contestó, examinando su cara.
Hermione se metió la mano en el bolsillo y comprovó el dinero muggle que tenía en él. Cuarenta £ con cincuenta centavos.
—¿Es suficiente? —preguntó, mordiéndose el interior de su boca.

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Bewitched Love
Fanfiction¿Quién iba a creer que la enemistad puede convertirse en amor? Draco Malfoy y el resto de sus compañeros empiezan el sexto curso en el colegio de Magia y Hechicería de Hogwarts. Su misión no es fácil, y su vida se complica a medida que va transcurri...