Capitulo 8

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Capitulo 8

Slughorn se paseaba por el aula, observando todos y cada uno de los calderos en los cuales los alumnos intentaban que la poción cambiara de color, o al menos, que empezara a hervir.

Hermione empezaba a ponerse nerviosa, y no sólo porque las hierbas recién añadidas en su poción no reaccionaran correctamente, sino que también era por las miradas que O'Conell le hechaba de vez en cuando.

Y sí, en efecto, aún no habían hecho las paces. Cosa que ambos deseaban.

—Si el agua aún no ha adquirido un color rosado o violeta, debéis volver a empezar —apuntó el profesor, haciendo que los alumnos resoplaran —. Pero no os desaniméis, muchachos, ¡Sólo pedidle consejo al señor Potter!

Harry sonrió a medias, incómodo. Hermione le sacó la lengua, triunfante.

—La clase ha terminado —anunció Slughorn —. Dejad lo que tengáis hasta ahora sobre mi escritorio, y en un par de días recibiréis los resultados.

Después de aquella clase, los tres amigos se dirigieron hacia el aula de Encantamientos. Las clases fueron productivas, incluso divertidas aquel día.

—Y la profesora Trelawney tan simpática como de costumbre —murmuró Ron, observando a la mujer de enormes gafas y ropas que bien se podían confundir con un montón de trapos gritarle a unos alumnos de primero.

—Mejor escapemos antes de que nos vea —les dijo Harry, intentando pasar disimuladamente por delante de la profesora.

Los otros dos lo imitaron, y lograron seguirlo hasta la sala común de Gryffindor, donde Ginny estaba abrazada a Dean Thomas. Los labios de Harry formaron una línea recta, y Hermione se dio cuenta.

—Vamos a la biblioteca, ¿Quieres? —le susurró Hermione.

—Vale, vamos. Ron, ¿Vienes?

—¿Qué? ¿A donde váis? —exclamó Ron, así haciendo que Ginny les viera a los tres plantados en el hueco del retrato.

—Ven, anda —bufó Hermione, tomando al pelirojo por el hombro e incitándolo a salir de allí.

Una vez en la biblioteca, ninguno sabía qué hacer. Hermione fingió leer un libro cualquiera, así incitando a los otros dos a hacer lo mismo. Cuando Ron se alejó un poco, Hermione se acercó a Harry.

—Te afecta mucho, ¿No? —susurró la castaña.

—No sé de qué me hablas —titubeó Harry sin alzar la vista.

—Anda ya, Harry. Se nota mucho que te molesta lo de Ginny y Dean. Y que estás preocupado por si Ron lo descubre y deja de ser amigo tuyo.

—No, no —negó Harry —. Dean es un buen chico y Ginny es la hermana de Ron y ella es demasiado... Pequeña para mí.

—Y sigue siendo la hermana de Ron.

—No sé de donde has sacado eso, Herm. Además... No creo que sea posible una relación así... Yo no... No lo sé.

—¿Es que te sigue gustando Cho? —preguntó Hermione, curiosa.

—No. Cho está totalmente olvidada —Reímos —. No, de veras. Me incomoda hablar de chicas. Y menos de una chica que es la hermana pequeña de mi mejor amigo.

—De modo que lo admites.

—No he hecho tal cosa.

—Sí lo has hecho.

—No.

—Sí.

—No.

—Sí.

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