Capitulo 32

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Ron tenía los ojos muy abiertos y se escondía columna tras columna, actuando como un espía enviado directamente de la CIA para espiar a los magos. Hermione le seguía exasperada e intentaba ignorar las miradas de despecho de la gente que había por los pasillos de Hogwarts.

—Ron, déjalo ya.—musitó Hermione resoplando con la mano pegada a la frente—¿Realmente quieres hacer una montaña de un grano de arena? Es ridículo.

Ron volteó la cabeza con la nariz arrugada, los labios fruncidos y los ojos muy abiertos. Parecía un perro policía en busca de narcóticos.

—Ridículo. —repitió Ron analizando la palabra y su significado —¿Crees que la pureza de mi hermana pequeña es algo ridículo, Hermione Granger? ¿Acaso no te importa, hm?

Hermione rodó los ojos.

—Ginny no va a hacer nada que no desee, Ron. Volvamos a la torre a hacer los deberes y luego a cenar, anda...

—¡Exacto! —saltó Ron —Hermione Granger, Ginny tiene las hormonas muy descontroladas y va a lastimar al pobre Harold con su mente lasciva.

—¿Lasciva? —arqueó una ceja —Ron, no digas palabras cuyo significado no conoces.

—Lascivo: relativo o relacionado con el...

—¡Ron!

—¿Qué?

—No digas... Eso.

Ron mostró una sonrisa de lado y subió y bajó las cejas.

—¿Te incomoda hablar de actos lascivos, eh, nena? —rió por lo bajo, haciendo enrojecer a Hermione del cansancio y la rabia acumulados. Ella pateó el suelo con los nudillos apretados a ambos lados de la cintura.

—Mira, Ron, si tu quieres ir pululando por el castillo en busca de tu hermana como un idiota, ve; pero yo voy a volver a la torre y no pienso ayudarte. —sentenció Hermione echando humo por las orejas. Ron la miró parpadeando. Luego miró al suelo e hizo un puchero —¿Vienes, Ron?

Ron se balanceó como un niño pequeño. Hermione aguardó con una ceja arqueada. Ron sonrió maliciosamente y salió corriendo por el pasillo, escaleras abajo. Hermione soltó un bufido exasperado, se volvió sobre sus talones y subió a la torre.

Una parte de ella se sentía culpable, como si fuera culpa suya que Ron hubiera averiguado que Harry y Ginny estaban juntos. También se preguntaba cómo el pelirojo lo había intuído dada su carencia en temas de romanticismo. Y hablando de la relación de esos tortolitos... Dean estaba de pie apoyado junto al cuadro de la Señora Gorda mirando al vacío. Hermione quiso retroceder, sin embargo, el muchacho ya había reparado en su presencia.

—Hermione. —dijo batiendo sus pestañas con nerviosismo mientras pasaba una mano por su pelo oscuro.

—Hey, D-Dean, uh... ¿Qué te... Trae por aquí? —farfulló con las mejillas ardiendo.

Dean frunció el ceño.

—Yo vivo aquí. —señaló a sus espaldas.

Hermione asintió soltando una risa temblorosa.

—Oh, sí, qué tonta, l-lo había olvidado. —se pegó la frente y se preguntó cómo diablos saldría de aquella. Su corazón le aporreaba el pecho queriendo salir, y las puntas de sus dedos le cosquilleaban del nerviosismo.

—Verás, yo... —carraspeó y bufó—Realmente quería hablar contigo.

—Sí, lo intuyo...

—Pero casi no se te ve después de clases, y, bueno, uh... —volvió a aclararse la garganta y resopla —Decidí esperarte.

—Dean, sé que debes de estar furioso y confundido. Pero creo que no soy yo la indicada para aclararte las cosas. —dijo arrastrando las palabras, sintiendo una inmensa compasión por el muchacho que la miraba con ojos centellantes.

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