Capitulo 36

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¿Se puede saber qué demonios estás haciendo? —chilló Hermione con la boca abierta y una inmensa rabia en el pecho capaz de derribar un ejército de dinosaurios.

Slughorn se levantó de su silla, ajustándose sus gafas de media luna sobre su nariz ganchuda.

—Por las barbas de Merlín. —dijo, anonadado —¿Qué le ha pasado a su caldero, señorita Granger?

Slughorn se aproximó a la mesa ojeando a Draco y luego a Hermione, confuso.

—¿Pueden decirme por qué querían quemarme el aula? —demandó entre gritos mientras sacaba su varita —¡Aguamenti, Aguamenti!

La gran columna de humo gris y verde hizo toser a todo el personal. El agua del caldero dejó de burbujear violentamente, sin embargo, ya lo había dejado todo perdido de una sustancia espesa de color marrón.

—¿Y bien, tengo que mandarles a dirección? —repitió Slughorn secándose la frente con un pañuelo de ropa gris —Ésta era una poción de ingredientes sumamente fáciles y sencillos y le habéis echado una semilla de cardo rojo.

Hermione sacudió la cabeza, clavándole miles de cuchillos al que creía su gran amor. Él miró a otro lado, fingiendo no importarle la situación.

—Profesor Slughorn, siento éste desastre. —articuló Hermione —Vamos a limpiarlo... ¿Verdad? —miró a Draco con una ceja arqueada.

—¿Qué? —rió él —Eso lo has hecho tú sola.

—Mira, Malfoy... —murmuró, amenazante.

—¿Qué? ¿Me vas a pegar, fiera? —se mofó el muchacho.

—Malfoy, ¿Provocó usted éste estropicio? —inquirió Slughorn harto de tanta discusión.

—No, yo no-

—¿Por qué haces ésto? —masculló Hermione entre dientes —Profesor, ha sido un accidente.

El anciano bufó.

—Limpien todo éste estropicio antes de que les mande a dirección. Sin magia.—ordenó, alejándose —Niños...

Hermione inspiró profundamente antes de ir a por un trapo mojado y un cubo. Volvió a la mesa y miró al rubio con todo el odio que pudo reunir. Él le arrebató el trapo de mala gana y se puso a fregar la mesa, arrastrando el líquido en el interior del cubo.

—¿Te has quedado a gusto? —dijo Hermione de brazos cruzados. Tenía el suéter verde salpicado y el pelo hecho un asco.

—Limpiar una mesa no es del todo de mi agrado. —respondió sonriendo levemente. Sabía que Blaise lo estaba mirando por el rabillo del ojo —Aunque verte así es una imagen realmente divertida.

Hermione frunció el ceño.

—No me mires así, sabes que es verdad. —dijo Draco sin mirarla. Le pasó el trapo, estampándose contra el suéter. Ella abrió mucho los ojos —Te toca limpiar.

—Imbécil. —dijo en voz alta.

—No más que tú.

Hermione rodó los ojos y siguió con la dura tarea de dejar la mesa, el caldero y las herramientas culinarias impecables. Suspiró.

—Podrías haber echado algo menos... No sé, ¿Explosivo? —susurró Hermione irónicamente.

—Sabía que ésto llamaría la atención de algunos. —respondió tirando restos de hojas chamuscadas a la basura —Puaj, ésto apesta.

—Ya, lo dices porque a ti te ha dado tiempo de salir corriendo.

Silencio.

Hermione se puso un mechón de pelo detrás de la oreja y tuvo la oportunidad de ver a un Zabini poco concentrado, seguramente intentando no mirar en su dirección. ¿Había sido eso suficiente para concencerle de que se odiaban a muerte? Seguramente no, seguramente deberían estar así durante unos días... O semanas.

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