Sinceridad

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Lo miré al instante con el corazón en la mano y los nervios fluyendo a todo lo que daba por mi ser. ¿Acaso no se cansa de ser tan adulador? Según Arabella, esos hombres que son atractivos y encantadores son los más peligrosos, por lo que no podía dejarme convencer tan fácilmente de sus dulces palabras.

Soy su Cupido, la chica que iba a encontrar a la mujer de su vida durante este tiempo que vamos a vivir juntos y nadie más. Aun así, teniendo claro mi propósito, sus palabras lograron revolucionar a mi corazón, pues por más que me dijera para mis adentros que no debía, este latía muy fuerte. E incluso sentía cosquillas en el vientre, como si de repente tuviera un animal alborotado en mi estómago.

Antes de que él pudiera decir otra palabra más o acercarse a mí, la Sra. Hilda me salvó la patria con su aparición. Ella traía consigo una bandeja con comida que puso sobre la redonda y pequeña mesita en la que nos encontrábamos.

Un denso silencio se formó entre los tres, se percibía el aire cargado y pesado con cada segundo que transcurría. Aunque no me atrevía a levantar la cabeza y mirarlo, podía sentir su penetrante mirada sobre mí. Tan pronto ella terminó de servir nuestra comida, Jacob le ordenó que se marchara a casa.

—Disfruten su cena — nos dijo con amabilidad—. Hasta mañana.

—Puedes tomar la semana para descansar. Nosotros estaremos algunos días en casa de mis padres.

—Muy bien. Gracias, joven Bardot.

—¿Nunca podrás llamarme por mi nombre? — le recriminó él en medio de una risita.

Era imposible no perderme en esa sonrisa tan bonita.

—Usted es mi jefe y debo tener mucho respeto hacia su persona, joven Bardot — le respondió ella un tanto avergonzada—. Gracias por los días que me ha dado.

—No hay nada que agradecer.

—Les deseo un descanso agradable en casa de los Sres. Bardot.

—Gracias, Sra. Hilda.

Parecía que nos habíamos sincronizado para decir las mismas palabras y al mismo tiempo. La Sra. Hilda nos miró con una sonrisa en los labios antes de dejarnos solos.

No me sentía incómoda ni mal de estar con él, me sentía extraña con la profundidad y densidad ante su mirada. Tenía el poder de ponerme nerviosa cada que fijaba su mirada en mí y se perdía en sus pensamientos.

—B-bueno — carraspeé, cortando con esa pesadez que se percibía en el aire y llamando su atención—. ¿Estás listo para responder mis preguntas?

—Siempre estoy listo, pero primero comamos.

Asentí, tomando los cubiertos de la bandeja.

—Buen provecho — metí el primer bocado del estofado a mi boca, disfrutando de los sabores tan deliciosos de la carne.

Mientras comíamos en completo silencio, Jacob no dejó de mirarme ni un solo segundo. No podía descifrar su mirada, ya que me miraba con la misma intensidad y profundidad que siempre lo hacía, o no sabía si se trataba de los nervios que me invadían por dentro. Esa fuerza con la que fijaba sus ojos en mí me inquietaba bastante, me ponía muy ansiosa y me hacía sentir pequeñita frente a él.

¿Por qué me mira de esa manera tan extraña y fija? Es como si quisiera descubrir algo más de mí y aún no ha logrado saberlo.

—¿Qué ocurre? ¿Estoy siendo muy mal educada para comer? — tragué con dificultad, frunciendo el ceño ligeramente.

—Sigue comiendo, no importa cómo lo haces — sonrió ladeado—. Cuéntame un poco más sobre el cuestionario que has hecho. ¿Por qué se te ocurrió?

¿Acaso intuía mis buenas intenciones? Porque, aunque no lo creyera, le haré el mejor de los bienes al encontrar a su verdadero y único amor.

—Ya te lo había dicho, son preguntas casuales, para conocer gustos y ya —le respondí importancia con un movimiento rápido de mano—. Nada de lo que debas preocuparte.

—Bien, aunque tenía en mente conocernos en otro tipo de situaciones. No sé, tal vez yendo a cenar, paseando en la laguna o hacer algún plan que nos guste a los dos.

—¿Siempre eres así de encantador y adulador con las mujeres o solo te estás burlando de mí? — solté la pregunta sin ningún tipo de miramientos, pues su rostro sereno y frío da la impresión de ser un hombre poco accesible y reservado—. Y no hay necesidad que mientas.

—¿Crees que esto que estamos intentando es una broma? — en su expresión no había nada más que serenidad—. No perdería mi tiempo con cualquiera o solo por divertirme.

—¿Entonces? — resoplé con fuerza—. Aun no entiendo qué es lo que quieres de mí y tampoco puedo terminar de comerme ese cuento de que estás enamorado de mí. ¡Es ilógico y no tiene sentido, Jacob!

—Tendrás que confiar en mi palabra, Cora — se puso la mano derecha en su pecho—. Mis padres nos enseñaron a mis hermanos y a mí a ser honestos con la persona que fuéramos a amar por el resto de nuestra vida, y desde el primer instante en el que nos volvimos a encontrar, he sido sincero contigo. Tienes dos opciones y eres libre de elegir la que mejor te parezca. Aun así...

—Elegí intentarlo, lo tengo muy claro.

—No te sientas en deuda o en obligación a estar conmigo. Ya te lo había dicho antes, Cora — dejó los cubiertos sobre la mesa, ahora sí luciendo un poco tenso—. Sabes perfectamente que no estás retenida o encadenada en este lugar. Si deseas irte, eres libre de hacerlo cuando gustes.

—No me siento en obligación...

—Lo diste a entender que era de ese modo.

Cerré la boca con fuerza ya que no sabía qué más decirle. Mi intención no era que se sintiera mal, pero supongo que fue mi error al no pensar antes de decir lo primero que saliera de mi boca. Es decir, sí me parece extraño que un hombre como él se fije en mí y me trate de esta manera tan especial cada que tiene oportunidad, pero hay algo que no me permite creer en tanta perfección por completo.

—Aunque no creas en mis palabras y no confíes en mí, mis sentimientos hacia ti son completamente sinceros — me miró fijamente—. Déjame entrar en tu corazón de manera bonita, honesta y genuina, calabacita. Sería incapaz de lastimarte o burlarme de ti, no cuando mi único propósito es intentar hacerte feliz.

Sonó tan sincero que nosentí desconfianza en sus palabras, todo lo contrario, mi corazón se despertóabruptamente de un sueño del cual yo misma pretendía dejarlo así para siempre.Mi corazón creyó en esos sentimientos que él decía sentir por mí y me lanzó unapregunta que me dejó entre la espada y la pared. Si él decía quererme, ¿por quéno intentar quererlo quizás de la misma forma en que él lo hacía, o mi miedo desalir herida era más grande que mi propia felicidad?

Cautivando tu corazón[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora