Sorpresa

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Llegamos a una lujosa mansión en medio de una isla preciosa. No podía creer que tal lugar perteneciera a su familia. Tan pronto bajamos del muelle, su hermano gemelo y la misma mujer que estaba aquel día de la boda, nos recibieron muy efusivamente.

—Por fin llegan, los estábamos esperando — comentó la mujer, rodeando a Jacob en un amoroso abrazo.

—Mamá, no habíamos tenido tiempo de hablar ni de hacer las presentaciones de manera más formal — carraspeó, se veía tan tierno y lindo así de nervioso como se encontraba—. Te presento a Cora. Cora, ella es mi madre; Sara. Y mi cara doble que ves a su lado, es mi hermano Logan.

—Un gusto conocerla, Sra. Sara — le brindé mi mano en modo de saludo e hice lo mismo con Logan, el hermano de Jacob—. Un gusto.

—No tienes que ser tan formal, cuñis — en lugar de tomar mi mano, me dio un fuerte abrazo que casi nos hace caer a los dos al suelo—. Ahora somos familia, ¿no es así?

—Bueno... claro que sí — tartamudeé.

—No sientas vergüenza, cuñis, aquí ninguno de nosotros come gente — susurró en mi oído—. Claro, a no ser que Jacob empiece a verte como su platillo favorito, si es que ya no lo hace.

Mi rostro se calentó en una mínima fracción de segundo tras comprender el doble sentido de sus palabras. No sabía dónde enterrar la cabeza mientras ellos reían y yo me ponía más roja que un tomate.

—Deja de fastidiar, Logan — Jacob me apartó de su abrazo y me protegió entre sus brazos—. Ve a buscar los huevos de oro de tu gallina.

—¿Por qué mejor no vienes a buscarlos tú mismo?

—¡Ya, dejen de comportarse como un par de niños! — su madre los reprendió—. Ven conmigo, Cora —entrelazó nuestros brazos y me guio hacia la entrada de la imponente mansión—. No prestes atención a las malas bromas de estos dos, solo lo hacen para molestar y hacerte pasar vergüenzas.

—Tiene una casa muy bonita — fue lo único que se me ocurrió decir.

—Y hace muchos años atrás era mucho más bella — suspiró ante el recuerdo—. Se hicieron algunas reformas y nada quedó como antes, supongo que hace parte del cambio, ¿no? Además...

—No pasa nada, mamá — Jacob la abrazó por lo hombros y dejó un tierno beso en su frente—. Ya no pienses en el pasado. Todo eso quedó atrás.

—Tienes razón, mi amor. Te pido una disculpa, Cora, es que los recuerdos a veces me atacan y me ponen un poco sentimental.

—Es normal, ¿no? Extrañamos lo que antes era y lo que ahora ya no es. Pero por más recuerdos por más dolorosos o felices que sean, siempre van a estar en el fondo de nuestro corazón y serán parte nuestra.

Los tres me miraron por unos cuantos segundos en completo silencio antes de seguir el camino al interior de la mansión.

—Eres una chica muy dulce — dijo de repente—. Cuídala muy bien, hijo, tienes un tesoro en tus manos.

Mientras me enseñaban la mansión, no dejé de pensar en mis propias palabras y en lo mucho que extraño a mi familia. Por más mentiras y decepción que sienta ahora mismo hacia ellos, seguirán siendo mis padres y las dos personas que más amaba por sobre todas las cosas en el mundo. El deber de un padre es proteger una vida indefensa que trajo sin haberlo pedido, guiar su camino por el mejor que se pueda y querer de manera incondicional por toda la vida, pero en lugar de eso, mis padres tomaron la decisión de hacer conmigo lo mejor para ellos, como si yo no valiera nada y como si no tuviera otra opción que ser a su modo un pase que los sacará de a ruina.

Me encontraba perdida en mis pensamientos, diciéndome a mí misma que la fortuna es la peor cara de la moneda. Hubiera deseado nacer en un hogar donde los lujos no hubieran sustituido el amor de un padre y una madre y en lugar de ello, haber salido juntos como familia. Me sentía muy sentimental, observando el cariño y la ternura con la que la Sra. Sara trataba a sus dos hijos.

Sentí un par de cálidos y fuertes brazos rodearme por la espalda. Sus labios se posaron sobre mi cuello y todo mi ser estremeció ante el contacto. Tan solo aspirar l aroma de su perfume fue suficiente para que todo mal sentimiento se esfumara de mi pecho. Siento mucho miedo de que esto que he empezado a sentir mucho más fuerte de lo que podría haber imaginado y que con el tiempo no sea capaz de dominar.

Si soy sincera, tengo mucho miedo de enamorarme y descubrir al abrir los ojos que todo es una mentira.

—¿Te sucede algo, calabacita? De repente te ausentaste del mundo — susurró con suavidad en mi oído—. ¿Te sientes bien?

—Solo recordaba algunas cosas...

—Supongo que malas para que te pongas de esa manera, ¿o me equivoco?

—No te equivocas — me recosté de su pecho, dejándome llevar por lo bien que se siente estar rodeada por sus brazos—. Pero no es lugar ni momento para ponerme triste o pensar en lo que no debo.

—Si te sientes indispuesta podemos dejar la cena para mañana, mi familia lo entenderá.

—No quiero hacerles el desplante.

—No pasa nada — me giró entre sus brazos, llevó mi cabello suelto detrás de mi oreja y me sonrió demasiado encantador, tanto que mi corazón se aceleró de golpe—. Quiero pasar un rato a solas contigo y que mejor que aquí.

—Pero está tu familia.

—Ellos no va a interrumpir en nada — tomó mi mano y caminamos por un pasillo hasta que la voz de su gemelo nos detuvo.

—¿A dónde van como un par de ladrones, chiquitas?

Sus palabras me causaron gracia. Me reí enterrando el rostro en el brazo de Jacob. No sabía lo que tenía planeado para nosotros estos días, por lo que esa parte de mí que se estaba abriendo a un mundo nuevo y diferente, se encontraba muy ansiosa por saberlo todo, por conocer y, sobre todo, degustar una vez más la calidez de sus besos.

—Llevaré a Cora a dar un paseo por la isla.

—¿Y la cena que mamá planeó?

—En otro momento será.

—Ya sé lo que tienes en mente, cochino — lo miró con cierta seriedad, antes de estallar en una fuerte carcajada—. De haber sabido que querías tener la isla para ti solito...

—No fastidies, Logan.

—¿Olvidas que pensamos por igual? — sonrió malicioso.

—Lárgate antes que pierda la paciencia contigo.

—Bien, me iré — suspiró dramáticamente—. Todo está listo.

¿Listo para qué? Quería preguntar, pero antes que pudiera hacerlo, Jacob me haló por el pasillo en dirección a las escaleras. Subimos hasta el último piso de la mansión y cruzamos por un pequeño pasillo que daba a una terraza grande y completamente descubierta, pero lo más curioso de todo, era que se trataba de una antigua edificación como si la mansión lujosa y este espacio se trataran de dos lugares muy diferentes, pero que por alguna razón se unían.

Pero no era la belleza del lugar, ni la preciosidad con la que el mar nos rodeaba, sino todo aquello que había en la terraza y no me espera ni en lo más mínimo. En el centro de la enorme terraza había una mesa para dos, pétalos de rosas esparcidos en todo el suelo, una botella de vino y dos copas vacías sobre la mesa. Había una bandeja en el centro de la misma que estaba cubierta por una tapa transparente. En el barde de la terraza había un sofá de cuero negro extendido a lo largo y un telescopio sobre el mismo.

—¿Y todo esto? — pregunté, asombrada por todo lo que se alzaba ante mis ojos

—Es una sorpresa, calabacita — me guio al centro de la mesa y mi corazón se derritió ante tal gesto—. ¿Te gusta? 

Cautivando tu corazón[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora