JACOB
Al despertar y recordar que la mujer de mis sueños aún sigue dormida entre mis brazos, una sonrisa boba aparece en mis labios. Mi corazón se siente tan cálido estando enredado entre su dulce aroma y su hermoso corazón. Si me hubieran advertido del peligro que corría una vez me entregara al amor de mi vida, hacía mucho tiempo me habría mostrado frente a ella y declarado mis sentimientos. No puedo describir con una sola palabra lo feliz y dichoso que me siento al tenerla entre mis brazos, al saberla mía y al ser correspondido por su corazón de la misma forma en la que mi corazón la ama.
¿Puede existir en este mundo mayor felicidad y satisfacción que esta? ¡Nada se compara!, ni siquiera mi copia barata puede hacerme sentir todo lo que Cora ha hecho crecer en mi interior durante tanto tiempo. Ahora que se ha entregado por completo a mí, no dejaré que esa tierna palomita escape de mis manos.
La contemplé mientras dormía, pero no era suficiente con solo verla. Esa parte que la proclamaba como suya ansiaba acariciar su suave y hermosa piel, fundirse una vez más en su cálido interior y perderme en sus adentros hasta morir. Con ese deseo latiendo en mi pecho, deslicé la yema de mis dedos por su cintura, trazando su silueta y perdiéndome en esas curvas tan potentes que me vuelven loco.
Su piel me tentó a más no poder. No sabía si alguna vez en mi vida había sentido tantos deseos por alguien, pero me gusta todo esto que ella me provoca con su mera presencia. Acerqué mi rostro a su cuello, hundiendo la nariz en su cabello y deleitándome con su rico aroma. Huele tan bien, su olor es tan embriagante.
Ante el roce de su piel en mis labios, no pude contenerme y dejé besos suaves y húmedos por toda su expuesta piel. Es imposible no traer a mi mente ese momento en el que devoré su cuerpo a mi antojo y la hice mía por completo. Sus gemidos, sus gestos, la forma en la que me apretaba y se ajustaba a mi alrededor mientras me recibía tan abiertamente, es algo que no puedo sacar de mi mente. Quiero derretirme una vez más y, si es posible, para siempre en su interior.
En lugar de calmar esas ganas, estas mismas se han intensificado. La necesito, la ansia de volver a sentirla es mucho más fuerte que cuando no había tenido la dicha de probarla y vivía deseándola día y noche.
Seguí el camino de besos por su hombro, acariciando su cintura y guiando mi mano al centro de su vientre. Es imposible que pueda detenerme, menos cuando la tengo desnuda a mi lado y su piel me pide a gritos que le brinde una vez más mis atenciones.
Mis sonoros besos y roces por su piel, la hacen remover, pero en lugar de detenerme, se pega más a mí y aligera la cadera, no solo rozando ese poder que me tiene delirando, sino también despertando los más insaciables deseos en mi interior. Soy consiente de que apenas anoche tuvo su primera experiencia, pero como deseo someterla y romperla contra la cama.
—Estamos muy activos esta mañana, ¿eh? — con suma malicia, rozó su trasero en mi erección, logrando que la mire embobado por la forma en la que nuestras pieles se frotan—. Parece que anoche no te fue suficiente.
—Teniendo a una mujer tan hermosa a mi lado, ¿crees que podría ser suficiente? — besé su hombro, provocándole un leve temblor en su cuerpo—. No puedo resistirme a ti, a lo bien servida que te ves en mi cama y quedarme con el antojo de probarte.
La tomé de la cadera y la apreté contra mi erección, frotándome contra ella y dejándole en claro lo mucho que la deseaba. Bajé la mirada a nuestros cuerpos, quedando fascinado en la manera en la que sus dos nalgas se rozan con mi hombría y ese hecho me pone cada vez más duro.
Besé su cuello, dejando mordidas en el y deslizando mi lengua hasta su oreja. Sus gemidos son tan dulces, me agrandan como no se puede llegar a imaginar. Sus temblores aflojan los míos y no puedo dejar de apretarla de la cadera mientras mi pene se desliza entremedio de su trasero.
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Cautivando tu corazón[✓]
RomanceSer prácticamente obligada a casarse con un perfecto desconocido por su padre, Cora Walker decide huir de su casa, pero en el intento de ser libre y elegir su propio destino, aquel hombre le pone sobre la mesa un trato que considera justo. ¿Podrá J...