No tenía ni la menor idea de que un beso fuera capaz de provocar tanto en mis adentros. Me sentía en una nube, en un mágico cuento de hadas y de princesas siendo besada por el príncipe azul. Esa revolución que se implantó en mi estómago era poderosa, chispeante y por mi sistema recorría una electricidad que no era capaz de describir con alguna palabra. Sentía retorcijones y hasta llegué a creer que el estofado de carne me había sentado mal. Tenía el presentimiento de que me haría encima, pues sentía una fuerte presión desconocida y muy diferente en mi vientre bajo. Mis piernas flaquearon e incluso sentía que me faltaba el aire con cada segundo que nuestros labios se rozaban con fiereza, pero no podía y tampoco quería dejar de sentir todas sensaciones maravillosas recorriendo por debajo de mi piel hasta inundar a mi corazón de calor y adrenalina.
No quería separarme de su boca, de la calidez y de la humedad de la misma, pero mis pulmones exigían un poco de aire. Fue Jacob quien tuvo la valentía de romper el beso, mas no de separarse de mí. Descansó su frente sobre la mía, recuperando el aliento mientras yo hacía lo mismo aun con los ojos cerrados. Esa sensación de hormigueo seguía en mis labios, recordándome cada segundo que un hombre tan bello, atento y sexi como él había sido el dueño de mi primer beso.
De repente me sentí muy avergonzada, no sabía si lo había hecho bien o mal. Era mi primer beso, desde luego que tuve que haberlo hecho fatal, mientras él se veía que contaba con gran experiencia besando...
—Calabacita — su profunda y ronca voz me terminó de embotar los sentidos y me puso los pelos de gallina—, mírame, por favor.
Abrí los ojos muy despacio, con temor a que me dijera que lo había hecho mal, pero su brillante y oscura mirada me dejó sin palabras. Si antes tenía una mirada pesada, ahora la tenía más oscura de lo normal. Me miraba con deseos, de esa manera en la que nunca me había imaginado que me alguien fuera capaz de mirarme a mí. No era momento de que las pocas inseguridades que tenía salieran a la luz, pero me sentía tan cautivada y confundida, que era imposible no cuestionarme a mí misma.
—Eres realmente preciosa — deslizó sus manos por mi espalda, pegándome un poco más a su cuerpo si es que podía—. Deseo tanto volver a besarte...
—¿Y-y por qué no lo haces? — mordí mis labios, sintiendo cosquillas por la piel y una dureza para nada incómoda en mi vientre bajo.
Suspiró, rodeando mi cuerpo y separándose un poco de mí. Escondió el rostro en mi cuello y esparció besos por toda mi piel, encendiendo mi alma y provocando un sofocante calor más abajo de mi ombligo. Apreté las piernas, liberando un suave suspiro que se ahogó en su boca ante su demandante y apasionado beso.
Apenas si podía seguir el ritmo de su boca, cuando sentí sus manos pasearse por mi espalda y el inicio de mi trasero. Me pegó con suavidad contra sí, apoyando mi espalda contra la pared conforme robaba mi cordura con el salvajismo de su boca y lengua. Un extraño sonido escapó de mis labios después de que mordiera mis labios y gruñera contra ellos. Estaba en llamas, me sentía demasiado caliente y no era un calor que hubiera experimentado antes.
—Será mejor que nos calmemos, calabacita — su voz se volvió mucho más magnética y profunda.
—¿Por qué? ¿Hice algo mal?
Se mordió los labios y soltó una risita contra mi boca. Se separó por completo de mí y tomó asiento en el sofá, se veía tan guapo bajo la tenue luz del balcón y los ojos totalmente oscurecidos. Mi corazón se volvió a agitar ante su mirada y su hechizante sonrisa.
—¿Qué pasa? — llevé un mechón de mi cabello suelto por detrás de mi oreja, avergonzada por el reciente y fresco beso que nos acabábamos de dar.
—Me gustas mucho y eres muy linda — apoyó sus codos en sus piernas sin apartar su mirada de la mía—. Y tu boca sabe a caramelo... mi dulce favorito de ahora en adelante.
—C-creo que iré a dormir. Estoy muy cansada, muero de sueño — antes de salir de la habitación, escuché su risita y sus pasos detrás de mí.
—Estamos en tu habitación, ¿lo olvidas? El que debería irse ahora mismo soy yo antes que sea... — me atrapó en un abrazo desde atrás, paralizándome por completo con su repentina e inesperada acción—. Descansa y sueña conmigo y nuestro beso, mi bonita y tierna calabacita.
Depositó un suave beso en mi frente, antes de pasar por mi lado y salir de la habitación a paso rápido.
Quedé estática en mi lugar por largos segundos en los que seguía envuelta entre su red. Cerré la puerta tiempo después y me recosté en la cama, acariciando con la yema de mis dedos el contorno de mis labios y trayendo en mente esa sensualidad, ternura y pasión con la que un hombre sumamente atractivo robó mi primer beso y muy en el fondo no me causó disgusto. Todo lo contrario, pensar una vez más en su boca contra la mía, la suavidad de sus labios y la humedad con la que nos envolvimos por eternos segundos, era una sensación nueva, diferente... única.
Que me besara como lo hizo me hacía sentir deseada por primear vez en la vida. Me hacía pensar en que tenía oportunidad de ser amada, adorada y deseada como cualquier otra mujer sobre el planeta tierra y que no era indiferente ni mucho menos despreciada como la había creído desde un principio, pues este tipo de sucesos nunca me habían sucedido antes y realmente no sabía cómo manejar esa oleada de sentires que estaba viviendo justo ahora. Los chicos de la universidad o de la escuela nuca se fijaron en mí como Jacob si lo había hecho, pero no sabía si un beso era suficientemente fuerte para llegar a amarlo como él lo espera.
—¿Por qué no, Cora? — me cuestioné a mí misma en la soledad y oscuridad de mi habitación, rodando en la cama y observando la noche que se abría ante el balcón con una sensación extraña, pero bonita en el pecho—. ¿Por qué no permitirme amar y ser amada, aunque sea una sola vez? Después de todo, lo merezco, ¿no es así?
Entre cientos de cuestionamientos y esa sensación maravillosa y electrizante recorriendo por mis venas, me quedé profunda dormida. Su atractivo rostro, sus profundos y magnéticos ojos y sus suaves y fantasiosos labios se aparecieron en mis sueños, brindándome todo aquello de lo que me cohibía a mí misma por miedo a salir lastimada.
Me levanté muy temprano en la mañana, emocionada por los días que pasaríamos juntos en casa de sus padres, aunque también me encontraba muy nerviosa por lo que ellos pudieran pensar de mí, ya que la primera impresión que les di no fue la mejor en vista de que no me casé con su hijo aquel día en el que lo conocí.
—Buenos días, calabacita — su saludo me tomó por sorpresa, ¿o solo se trataba de que me encontraba nerviosa después de ese beso? —. ¿Estás lista para irnos?
—Buenos días — me perdí por un segundo en sus labios, queriendo probarlos a esta hora de la mañana—. E-estoy lista.
—Bien, déjame ayudarte con tu equipaje — se acercó a mí, pero en lugar de tomar la maleta que descansaba sobre la cama, me aseguró a mí entre sus brazos—. ¿Lograste descansar un poco, mi diosa? Porque si te soy sincero, yo no logré dormir absolutamente nada al tenerte en mi cabeza cada segundo de la noche.
Me arrebató un beso muy tierno, demasiado diferente al que me había dado en la noche y que despertó una infinidad de deseos en mi interior.
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Cautivando tu corazón[✓]
RomanceSer prácticamente obligada a casarse con un perfecto desconocido por su padre, Cora Walker decide huir de su casa, pero en el intento de ser libre y elegir su propio destino, aquel hombre le pone sobre la mesa un trato que considera justo. ¿Podrá J...