Celos

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Llegamos a Milán muy temprano en la mañana, ya que Jacob tenía que atender varios asuntos importantes a primera hora. Decidió llevarme con él y mostrarme uno de sus restaurantes, por lo que me encontraba emocionada viendo todo a mi alrededor mientras él dejaba órdenes a todos sus empleados.

El restaurante era muy lujoso, pero tiene una decoración tranquila que me encantó muchísimo. Las velas le hacen dar un toque muy bonito, supongo que cenando debe sentirse la paz de la noche como si fuera verdadera.

Me quedé a una distancia prudente de él y sus empleados, lo que menos quería era molestar. Pero de repente se acercó a mí y me llevó de la mano hacia todos ellos.

—Antes que retomen sus labores, quiero presentarles a mi esposa.

Todos, incluyéndome, quedamos sorprendidos con sus palabras. ¿Por qué me está presentando como su esposa frente a todos ellos? No sabía a dónde meter la cara de la vergüenza tan grande que sentía.

—No sabía que eras un hombre casado — una mujer muy bonita y de ojos negros, fue la única que se atrevió a hablar mientras miraba con fijeza a Jacob—. ¿Por qué no fui invitada a tu boda?

—Con que solo estuviéramos nosotros dos era más que suficiente. Ella es mi esposa y quiero que la traten como tal, ¿entendido?

—Sí, Sr. Bardot — respondieron todos al unísono.

—Perfecto, ahora pueden retomar sus actividades.

Todos se retiraron a realizar lo suyo, menos la mujer que había opinado segundos antes. Me dedicó una sonrisa amable y se acercó a mí con su mano extendida.

—Un gusto conocerte, preciosa — estreché su mano—. Soy Susan, amiga y socia de tu esposo.

—Mucho gusto — musité—. Soy Cora.

—Qué nombre más bonito — sonrió ladeado—. Puedes pedir lo que desees, estás en tu casa de igual manera.

—Gracias — fue lo único que respondí y ella mostró una sonrisa aún más grande.

—Te espero en la oficina. No tardes, que tenemos mucho trabajo retrasado ya que te tomaste unas vacaciones de último minuto.

—Ve, ya te alcanzo — Jacob me abrazó tiernamente y ella se nos quedó mirando unos segundos antes de irse—. ¿Qué te parece el restaurante, mi amor?

—Es muy bonito.

Observé a la mujer de espaldas y me sentí muy incómoda. Tiene un cuerpo perfecto, de aquellos que los hombres desean y mueren por tener en sus manos. Su cabello largo y negro la hace ver mucho más delgada y bonita. Además de que sus ojos, aunque son oscuros, son muy llamativos. Tiene una mirada profunda y provocadora. Además de que viste muy bien y el vestido que usa se ajusta a cada una de sus curvas a la perfección, resaltando sus atributos y sus encantos.

Bajé la cabeza y miré mi vestido con disimulo. Aunque es de marca, no me queda tan bien y lo único que resalta es todo aquello que tengo grande y que me sobra. Junto a ella, solo soy una bola de carne. Por más que no quise sentirme insegura, la inseguridad me atacó justo donde más dolía y me hacía sentir muy poquito en comparación a lo que Jacob merece.

—¿Me estás escuchando, calabacita? — su voz me sacó de mis pensamientos y asentí rápidamente.

—D-disculpa, no te escuché bien. ¿Qué me decías?

—Que te amo, mi reina hermosa — me besó, disipando de mi interior cualquier inseguridad o duda que tuviera de mí misma, como si estuviera leyendo mis pensamientos y de alguna manera quería borrarlos—. Haré lo posible por desocuparme antes. Quiero que vayamos a casa temprano, muero por que veas nuestro nido de amor.

Cautivando tu corazón[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora