Deseo

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La noche nos envolvió con suma rapidez o no sé si los segundos se me pasaban volando por más que le pidiera al reloj que se detuviera. Nunca me había divertido tanto como hoy, observando el mar, las hermosas vistas y hablando de todo y nada con un hombre tan encantador como Jacob. De hecho, ni siquiera con Arabella me había sentido de esta manera tan tranquila y feliz. Aunque no había nadie en este mundo que me conociera más que ella, ahora mismo me sentía llena de dicha y con el corazón gustoso gracias al dueño de mi primer beso.

—¿Lista para darme razón sobre las estrellas? — extendió el telescopio frente a nosotros.

—Las estrellas son muy hermosas, ese hecho no te lo pienso discutir, pero que sean como mi sonrisa... — solté una risita divertida—. Sabes que no cuento con una sonrisa que pueda llegar a ser tan bella como una estrella.

—A mí me parece que sí es hermosa e incluso puedo jurar que lo es mucho más que las estrellas.

Reí nerviosa, guardando un mechón de mi cabello detrás de mi oreja. Jacob tiene la facilidad de alterar mi corazón con una simple palabra o una vaga mirada que me dé. Y realmente él es muy bueno con las palabras, siempre sabe qué decir o qué hacer en el momento indicado.

Lo observé en silencio mientras terminaba de acomodar el telescopio. Quizá se debía a las copas de vino que hacían efecto en mi sistema, que tenía tremendas ganas de besarlo. Verlo tan concentrado acomodando todo para mí, es algo que no podía creer. ¿Cómo es que alguien tan hermoso como él, está en un lugar tan precioso con alguien como yo?

¿Y cómo es alguien como yo? Me pregunté a mí misma, queriendo saber una respuesta lógica de las dudas que tenías de mí, de aquellas cualidades que poseía y me hacía diferente al resto. Todas las personas somos muy diferentes unas con las otras, por lo que no sabía si existía alguien como yo.

—Ven aquí, calabacita — me tomó de la mano y me acercó a su lado—. Mira como se ve de hermoso.

—A ver — me incliné en el telescopio y él se encargó de moverlo en la dirección correcta.

Quedé maravillada con la cantidad de estrellas que se veían como si fueran puntos unidos y unos tantos separados, sus colores, con cada una de las formas que hay en el universo, con todo lo que a simple vista no alcanzamos a apreciar al ojo humano.

—Esto es precioso.

—No más que tú — susurró en mi oído.

—Estás loco. 

—Estoy muy loco por ti — descansó su barbilla en mi hombro y suspiré—. ¿Te gustó pasar este día conmigo? 

—Me encantó — le aseguré, sin dejar de observar las estrellas—. Hoy ha sido uno de los mejores días de mi vida. Gracias por todo lo que haces por mí sin necesidad de recibir nada cambio. 

Ladeó mi cabeza y, sin previo aviso, me besó. Quizá se trató del ambiente que nos rodeaba, el momento que nos unía que nuestro beso fue demasiado intenso y difícil de poder seguir el ritmo.

Me giré por completo y lo abracé por su cuello, pegándome un poco más a su cuerpo y degustando sus labios con mayor libertad. El, por su lado, me encerró con sus brazos y me apretó contra sí, jugando con su lengua y devorando mi boca como si la vida misma se fuera acabar justo ahora. 

Un audible gemido escapó de mis labios y más me apretó contra sí. Esa corriente que me gobernó el cuerpo fue deliciosa y se prolongó junto al beso tan fiero que ninguno de los dos tenía intención de romper. 

—Lo único que necesito es que estés conmigo y seas feliz a mi lado, sin importar si llegas a amarme o no — succionó mi labio inferior, arrancándome un gemido mucho más sonoro—. Ay, calabacita... 

Cautivando tu corazón[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora