Cautivo

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Logan me llevó a un restaurante muy cercano de la tienda y el cual se ha vuelto mi favorito por la comida tan deliciosa que preparan allí. Pero el Carpaccio, entre todas las comidas, se ha robado mi corazón por completo. Podría comerlo día, tarde y noche sin problema alguno. Su característico sabor y la suavidad del mismo lo hace un plato único y exquisito.

Nos dieron una mesa para dos en la segunda planta del restaurante. Desde allí se puede ver Milán en su máximo esplendor; las calles, los autos, las personas, los altos edificios de fondo. Este lugar me tiene muy enamorada. Hace tres meses cuando empecé la búsqueda exhaustiva de mi felicidad, nunca cruzó por mi mente que Italia sería ese lugar en el cual mi verdadero yo pertenece. No me arrepiento ni un solo minuto al haberme venido junto con Cora, las gemelas y su futuro esposo.

—¿Qué vas a ordenar? — preguntó Logan, apoyando los codos sobre la mesa y viéndome fijamente.

—Carpaccio, faltaba más — solté una risita ante su mirada—. Es mi favorito y lo sabes.

—Entonces que sea Carpaccio, junto a una botella de toscano Bolgheri Sassicaia.

El mesero se llevó la orden, dejándonos a solas. Logan no dejaba de mirarme fijamente, hecho que me tenía muy inquieta y nerviosa.

—¿Qué pasa? — no soporté más y le pregunté.

—¿Sobre qué? — frunció el ceño.

—No has dejado de mirarme ni un solo segundo — me toqué el rostro con ambas manos, sintiendo las mejillas calientes—. ¿Tengo algo o qué?

—Sí, en efecto tienes algo en el rostro.

—¿A dónde? — me pasé las manos, pero no sentí nada raro en mi rostro.

—Justo aquí. Tienes la boca llena de harina — su dedo acarició mi labio inferior, dejándome estupefacta y muy sorprendida—. Listo, ya quedó.

Desvié la mirada sin siquiera tener la fuerza de seguir mirándolo a los ojos. Definitivamente, algo no anda bien con él. ¿Será que se aproxima el juicio final o voy a pegar la lotería sin haberla jugado? Porque esto que está haciendo no es normal. Él jamás se había comportado tan cariñoso conmigo. Aparte de abrazos, no se había atrevido a acariciarme la boca o alguna otra parte del cuerpo.

—¿Qué te sucede? De repente te pusiste muy nerviosa.

¿Me está tomando el pelo o son solo imaginaciones mías?

—¿Nerviosa? ¿Por qué debería estar nerviosa?

—Solo decía, no sé, tal vez lo estés.

—Pues no lo estoy. ¿Qué sucede contigo hoy? Estás actuando muy extraño. Hasta me asustas.

—¿Te asusto? — negó con la cabeza, soltando una risita—. Me siento bien, no tienes que preocuparte de nada.

Está mintiendo. Lo he aprendido a conocer tan bien, además de que es tan malo para hacerlo porque siempre es tan sincero y directo, que no hace falta ser adivino para darse cuenta que algo está ocultando.

—Somos amigos, ¿no?

—Claro, muy amigos — su sarcasmo no me pasó desapercibido.

—¿Qué te sucede? — tomé su mano que descansaba sobre la mesa y de inmediato entrelazó nuestros dedos—. Sabes que puedes confiar en mí, ¿no es así?

—No me pasa nada, lo juro.

Pero había algo en su mirada, en la forma en la que apretaba ni mano en la suya que me advertía que algo no andaba bien con él. ¿Será que no me tiene la suficiente confianza para decirme lo que le sucede?

Cautivando tu corazón[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora