Liberación

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 ARABELLA 

Había perdido toda esperanza de salir de este hoyo en cuanto no recibí ninguna respuesta directa de Logan y ese hecho me hizo decaer como nunca me había sucedido en mi vida. Una parte de mí añoraba que me ayudara, porque realmente necesitaba de una mano para no seguir cayendo en la oscuridad. Cada día que va pasando me siento sin ganas de seguir viviendo, de igual manera, ¿para qué seguir en este mundo donde la soledad y la desdicha siempre me han cobijado? ¿Para qué continuar si nunca he tenido ningún motivo para vivir? Lo único que deseo es acabar con esta situación que cada vez se vuelve más enfermiza, retorcida y asquerosa. 

Por más que me haga la fuerte frente a todos, mi mente no puede más, mi corazón no soporta quebrarse más... mi alma aclama la paz. 

Tenía contemplado confesar este secreto a Cora, pero no soy capaz de arruinar su felicidad con mis problemas. Ahora que está en su burbuja de amor, destilando felicidad por cada poro de su ser, no quiero ser la causante de romperla y acabar con todo lo que ha avanzado.  Puedo irme de este mundo en calma, sabiendo que tiene alguien que la ame y la adore como Jacob lo hace. 

Tomé el bolígrafo y empecé a redactar unas palabras para mi mejor amiga y otras para mi madre. Estaba decidida, no había nada que me hiciera echar para atrás. Le escribí a mi amiga lo mucho que la quería, lo feliz que me hacía verla sonreír y la mirada brillante, que le había visto el otro día en el que nos encontramos, lo orgullosa que me sentía por haber cumplido sus sueños y no dejarse dominar por su padre. Le escribí lo mucho que le agradecía por haber estado para mí durante tanto tiempo, siendo mi confidente, mi gran apoyo y la única persona en no abandonarme.  Aunque tuve toda la intención, no fui capaz de contarle le motivo que me llevaba a esto, porque tampoco quería cargarla con culpas que sé que puedo evitar.  Una hoja no cuenta con el espacio suficiente para escribir todos los momentos que viví a su lado y jamás olvidaré. 

En cambio, a mi madre, le escribí lo poco que le agradecía al dejarme sola en la vida y en manos de un hombre que ni siquiera supo escoger en su momento, de lo mucho que me alegraba al verla realizada como mujer, pero que nunca podría perdonarla por no haber estado para mí y protegerme como se suponía que debió haber hecho. Aunque le pregunté mil veces para qué me había traído a la vida, también le agradecí porque gracias a su decisión conocí a una chica increíble y que sí supo brindarme cariño, honestidad y amistad, algo que ella nunca pudo darme por sus frecuentes viajes y por anhelar más una vida extravagante que a su hija. No la culpé, tampoco la odié, pero mi perdón no se lo pude dar. 

Miré una última vez la puesta del sol sobre el mar y sonreí, respirando hondo y llenando mis pulmones del aire fresco y maravilloso de la playa.  Esa tarde estuve sola conmigo misma, durmiendo mis demonios y despertando esa tranquilidad que mi alma necesitaba hasta que fue el momento de llevar ambas cartas a la empresa de mensajería. 

Cuando regresé a casa, si es que podía llamarla así, ya era de noche y había más personas en ella por los autos que afuera se encontraban estacionados. No era de extrañarse que hubiera hombres en la casa, después de todo, los socios de Frank venían con frecuencia a hacer sus trabajos desde aquí. 

Pasé directo a mi habitación, ignorando sus llamados. Mi paz no necesita ser arruinada por él; mi mayor verdugo. Me encerré en mi habitación, me despojé de toda mi ropa y me metí en la bañera, llevando conmigo esa pequeña cuchilla que había tomado del despacho de Frank días atrás. 

—¡Arabella, mi amor, abre la puerta! — escuché su voz lejana, por lo que encendí el reproductor, poniendo cada audífono en mis oídos para no tener que oírlo más. 

Una canción tan deprimente y llena de mensajes que caían justo como sal en la herida, estalló en mis oídos, llevándome a hundir de a poco la afilada hoja de la cuchilla en mi muñeca. El ardor que sentía en mi carne no se podía comparar al que habitaba en mi alma, por lo que, con deseos de borrar esas marcas de aquel lugar, hice un corte más profundo que el anterior. La bañera y mi piel no tardó en teñirse de rojo, era tanta la sangre que salía de mi muñeca, que me vi en la necesidad de sentir ese ardor una vez más y de verme totalmente cubierta de mí misma sangre. 

Podía sentir mi liberación con cada corte más profundo, con esa poca fuerza que me quedaba para seguir cortando mi piel y con esa sensación adormecida de dolor y ardor que percibía. No tuve noción del tiempo, ni siquiera me percaté de los lugares que corté de mi cuerpo, simplemente me sentía fascinada con la idea de ser libre, de no sentir que moría en esas asquerosas garras sino en mis propias manos. 

Como se siente de bien ser libre, estar satisfecha por la decisión que tomé y de por fin alcanzar esa paz que tanto pedía a gritos en medio del silencio y de la soledad. No sentía culpa, ni remordimiento ni mucho menos ganas de que alguien me salvara. Me encontraba muy feliz, porque al fin ya no tendría que someterme más a ese maldito desgraciado que arruinó mi inocencia, destruyó mi vida y acabó con cada uno de mis sueños. 

 Sonreí cuando la fuerza había abandonado mi cuerpo y ya no tenía que seguir soportando más dolor. Aunque dolían las heridas que yo misma me había causado, con el pasar de los segundos se sentía un hormigueo por todo mi cuerpo. Los ojos me pesaron. Sentía tanto sueño, que el poco dormir y el cansancio acumulado de años me venció sin siquiera darme cuenta. Cuando cerré los ojos y tomé el último aliento, sentí como esas cadenas que me sujetaban con tanta firmeza, se caían de mi alma. Me dejé llevar por la oscuridad y por la paz que sentía por dentro.  Era libre, y no había razón para llorar una vez más.  


Cautivando tu corazón[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora