Prólogo

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Aquí había sido enviada, ¿por qué nadie pensó en el daño que me hacían? ¿En lo rota que estaba? Primero uno, luego otro, y así sucesivamente hasta perder a todos los que amaba y en los que confiaba, pero ¿alguna vez tuve a alguno de ellos de mi parte? ¿Que de verdad me entendiera y no juzgará por como soy? No. Nunca tuve a alguien así, y cuando lo tuve, ese mismo me traicionó y ayudo a encerrarme aquí, en este psiquiátrico, del otro lado del país, y me duele, me duele que hayan pensado tan mal de mi como para enviarme a un lugar como este lejos de mi hogar, si es que alguna vez tuve uno.

— señorita Riddle, ¿me ha escuchado? — inquirió el psicólogo frente a mí, mientras que la ayudante a mi lado estaba callada.

— Lo siento, me distraje un poco — dije como excusa, el doctor me sonrió comprensivo y retomo la charla.

— este lugar es bastante grande, tiene unas treinta hectáreas de bosque, una cafetería y entre sien habitaciones distribuidas en los tres pisos, el segundo edificio es el instituto al que asistirá mientras este aquí — le mire atentamente prestando atención a cada palabra, puesto que algo me decía que la información me sería útil.

— podrá escoger la asignatura que más le agrade y tendrá que asistir a una terapia conmigo los domingos.

— ¿es obligatorio?

— sabe que sí, como decía, no puede internarse al bosque sin supervisión de un guardia, enfermera o profesor, puesto que está prohibido, también es obligatorio asistir a un grupo de apoyo, nada de peleas ni cause problemas o de lo contrario será castigada. — dijo el doctor de forma severa a lo que yo asentí.

— ¿como?

— depende de la gravedad de sus acciones, señorita Riddle — dijo parpadeando lentamente.

— entiendo, ¿otro lugar prohibido?

— el tercer piso.

— ¿que hay en el tercer piso? — inquirí  ladeando la cabeza, el doctor me miro serio y pude ver cierto brillo de temor en sus ojos.

— hay albergan a los código rojo, a los más peligrosos, los que todavía no están listos para salir al mundo mucho menos relacionarse en un entorno escolar, por eso, esta prohibido, subir ahí es peligroso señorita Riddle, del resto no hay otro lugar al que no sea permitido ir — dijo con una  leve sonrisa.

— Ah, se me olvidaba, los fines de semana hay actividades recreativas y puede vestir particular, mientras que asista al instituto tendrá que usar un uniforme, espero no haya inconveniente — dijo afable, a lo que una pequeña sonrisa curvo mis labios.

— para nada, me gusta usar uniforme.

— llegamos doctor — dijo su ayudante con algo de alivio en la voz, yo rodé los ojos.

El chófer estaciono frente al  edificio que supuse seria prácticamente una residencia, bajamos y el fresco aroma de la naturaleza me recibió, acompañado de un radiante sol y la hermosa vista del jardín que rodeaba el lugar, las rosas predominaban la zona de retorno y la entrada de fachada victoriana de un precioso color terracota.

— bienvenido doctor Scott, señorita Riddle, soy Amanda Green, la directora — saludo una señora de mediana edad, correspondí al saludo y observé cada detalle.

El color terracota del edificio enmarcado por los marcos de las ventanas de un color roble negro, al igual que la gran puerta, los árboles de follaje de un verde oscuro y el césped brillante, ¿en donde esta el lugar tétrico y lúgubre? ¿En donde están las cadenas y los delirios de los pacientes locos? No era lo que yo me Imaginaba.

Y entonces lo vi.

Un chico de figura alta y esbelta, de cabellos negros y revueltos por el viento, de una piel tan pálida como la nieve y de labios de un rojo vivido, salió de entre los árboles del bosque, no se había dado cuenta de que lo había pillado, pero cuando sus ojos encontraron los míos, sentí la necesidad de alejarme, y correr lejos.

Él sonrió, marcando un hoyuelo en su mejilla derecha y una hilera de dientes blancos y perfectamente alineados, llevó uno de sus delgados y largos dedos dignos del más grande de los pianistas a sus labios carnosos y me dijo en un gesto insonoro;

" Ssh"

Asentí todavía confundida, hasta que le vi trepar por el tuvo de lo que supuse sería el desagüe de la canaleta, y entrar por una ventana entreabierta, se giro por última vez a verme y me lanzó un beso en el aire, a lo que hice una mueca.

— ¡señorita Riddle! — exclamó la directora, a lo que yo di un respingo exaltada — ¿sí?

— es hora de entrar.

— sí, de acuerdo.

Pero la incertidumbre apuñaló mi pecho un instante, un instante en el que no estuve segura si hacer esto, y de todo lo que aquí viviría, estaba insegura y aterrada, por lo que podría pasar ahí adentro y los misterios que ocultarian sus altas y hermosas paredes,  pero que tarde o temprano, terminaría por descubrir

Amara Donde viven las historias. Descúbrelo ahora