Pov. Desconocido
Otro día en la caja, otro día nublado, con aogurios de tormenta y caos, y sabía que lo que sea que estuviera pasando afuera de la puerta de hierro cerrada con llave no era bueno, todo empezaría a ser confuso en muchos aspectos y sabía que la única con las soluciones de los acertijos era y ella y nadie más que ella.
Freya era una chica implacable, impulsiva y tan hermosa como lo sería un ángel y no te darías cuesta hasta que ella te clavara un cuchillo en la espalda mientras te sonreía con dulzura, esa era mi chica, esa era mi Freya, en mis veintiún años no había conocido a un alma tan rota como la suya, a un cuerpo tan frágil y a la vez tan recistente como lo era el suyo, ella era alguien de admirar, alguien a quien le pondría un altar con gustos y razones.
La vi pasar de niña a mujer, y de mujer a mía, a lo largo de mis veintiún años, nunca había visto una persona que fuera tan peligrosa y frágil a la vez, su mente era una serie de laberintos en los que guardaba ocultos a cada uno de sus monstruos, la conocía como la Palma de mi mano y aún más así me sentía orgulloso de que a pesar de eso ella fuera tan impredecible como la primera vez.
La dueña de mis lágrimas, la duela de mis desvelos y de mis amarguras, pero también la dueña de los mejores momentos de mi vida que pude haber experimentado junto a ella, amarla me había salido caro, pero había disfrutado de quedarme sin nada solo por ella, por recibir su amor, sus caricias y sus palabras de aliento. La había protegido a toda costa, la había amado como a nadie, pero sabía, que ella estaba haya afuera, lidiando con una oscuridad tan densa que aseguraba algún atisbo de temor pasaría por la mente de Freya en algún momento, ella dudaría, ella sufriría de nuevo, pero no por mucho, la manera en que se aferraba a las cosas la volvía letal, la forma en la que se reponia era casi anormal y la capacidad para planificar todo pieza por pieza era digna de su brillante intelecto.
Solo tenía que esperar, ser paciente y esperar.
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Pov. Angelo Campbell.
Sorpresa. La sorpresa me había consumido al ver semejante espectáculo, Amara, la chica a mi parecer más atractiva y frágil, acababa de partirle la cara a Lila en medio de la cafetería.
Nadie se esperaba ver eso, nadie había quedado contento, pues todos habían sabido de la reciente muerte de un chico en los pasillos del instituto, había muerto de la misma forma en que Amara goleaba a Lila contra la mesa sin piedad, todos sintieron miedo, inseguridad y asombro, sus mentes estaban invadidas por la duda " ¿ella era el cazador?" y también era lo que se escuchaba por los pasillos, pero yo no creía eso.
Sabía que Amara Riddle estaba aquí por que tenía problemas, bien sea a gran o en menor medida que nosotros, pero problemas, entiendo que ver a su mejor amiga en ese estado la detonó, pero aún me impreciona con la violencia que respondió, y a igual medida, me encanta.
Su corto cabello cayendo levemente sobre su rostro mientras estampaba sin piedad a Lila conta la mesa, su mirada fría pero a la vez chispeante de maldad y satisfacción, me preguntaba ¿que habrá echo una chica como ella para terminar en un lugar como este? Pero sabía que no era cosa de ; " ¡Oh, hola Amara! Cuéntame que cosa hiciste para terminar en un manicomio?" eso tenía su lado insensible, por que al complacer mi curiosidad podría hacer una pregunta sobre un tema que no me incumbe o uno muy delicado.
No quería lastimarla, al contrario, ella despertaba en mi esa atracción que había quedado en letargo al llegar aquí, aunque habían muchas chicas, lindas y para escoger, a mi me gustaba ella, la intecidad del azul de sus ojos, lo pronunciados de sus labios y la curva de su cintura, era hermosa en todos los sentidos.
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Amara
RomansaUn psiquiátrico. Un montón de mentes rotas. Algunos se llaman presas, y otros cazadores. ¿La verdad? Aquí, nadie sabe quién es quién, pero si hay una ley, si te duermes, te cazan, y no precisamente en un altar. El caos reina es este lugar sin nombre...