30. ¿Quién Es El Enemigo?

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Pov. Amara Riddle.

— el tiempo se termino, Chicos, es hora de irnos — dije yo, sintiendo algo de miedo.

— ¿que? — dijo Carolina con el mismo tono, yo señale el reloj — doce en punto, hay que irnos rápido — dije yo mientras ordenaba todo como estaba.

— pero puede ser peligroso, ¿y si nos encontramos con esa cosa de nuevo? — inquirió con miedo.

— entonces Alessandro y yo los protegeremos — dije con firmeza, tomando sus manos. — ¿por que ustedes sí y nosotros no? — preguntó desconforme y yo sólo suspiré.

Por qué nosotros no somos lo suficientemente buenos para este mundo, o por lo menos, uno de nosotros.

— no perdamos más tiempo y salgamos de aquí — dije a modo de evasiva.

Salimos del consultorio del colegio, cerrando la puerta nuevamente para no levantar sospechas de que ahora, la puerta era violable.

Los pasillos estaban tan desolados y oscuros que bien podría haber sido el cette de alguna película de terror. Había un silencio siseante tan perturbador, de esos de los que podían volverte loco, mis sentidos estaban alertas mientras que en mis manos empuñaba mis armas, al igual que Sangro, quien iba tras Caro y Fede, cubriendo nuestra espalda, y no sabía que era peor, ¿no saber a qué atenerce? O ¿estar alerta y no saber por dónde te van a atacar? 

Creo que ambas.

Lo extraño fue.

Que no encontramos a nadie por el camino, pero que igual, sentía que nos observaban, y muy dentro de mí sabía que las lentas pisadas que se escuchaban de fondo, luego de todas las de nosotros, eran de otra persona, o quizás, de otra cosa, pues dudaba de que lo que sea que hubiera aquí, se pudiera conciderar persona.

Al llegar al puente, me percate de que no había absolutamente nadie, el guardia de seguridad no estaba y lo único que quedaba era una linterna y un sombrero sobre el piso del puente a medio camino, me acerque con cautela hacia los objetos y, que en definitiva, pertenecieron al guardia.

— corran — les dije a los chicos, cuando entonces vi una cosa arrastrándose por una de las blancas paredes del instituto, algo que a su paso, arrastraba algo que dejaba un camino oscuro.

— ¡ya! — exclamé, tome posición à la cabeza mientras guiaba a los chicos hasta las residencias.

Lo que sea que eso fuera soltó lo que tenía entre sus largos brazos y miró en mi dirección, y lo que vi me dejó petrificada.

Dos cuencas vacías, y oscuras, una boca llena de dientes ensangrentados a la que le faltaba la quijada y los orificios vacío, en los que debería de ir una nariz, además de una amplia frente blanca a la que se le adherian cabellos negros y enmarañados.

¿Que putas mierdas es eso?

Corrimos por los pasillos, siendo conscientes del siseo que resonaba en los pasillos, del sonido de algo grande, pesado, y baboso arrastrándose por los estrechos pasillos, corrimos como locos, escuchando jadeos y bufidos poco humanos a nuestras espaldas, y alrededores.

Estaba cagada de miedo, sí, sentía la desesperación recorrerme, sí, y el echo de que nuestros otros dos amigos estuvieran llorando no ayudaban a tranquilizarme ni mucho menos dejar de preocuparme más.

¿En qué nos había metido?

De haber sabido lo peligroso que era hubiera venido yo sola, y de esa forma me habría ahorrado en meter en aprietos a mis amigos, además de echarme la culpa por sus vidas, que peligraban cada vez que estaba cerca de ellos.

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