5 Fogata III

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Pov. Desconocido.

Escuchaba sus sollozo, sus chillidos, y veía las lágrimas recorrer sus mejillas rozadas, su cabello enmarañado y sus antebrazos magullados, su ropa desgarrada por mi brutalidad y el temblor de sus muslos.

— por favor..... Ya dejame ir, no diré nada a nadie — me pidió suplicante, y eso solo hacia que la sangre en mi cuerpo fuera al lugar equivocado, Joder.

— tienes razón — dije con una pequeña sonrisa curvando mis labios, ella dejó de llorar y se arrodilló abrazando mis piernas. — ¡gracias, Dios mío... Gracias! — decía mientras sus lágrimas manchaban mis vaqueros.

Acaricie sus cabellos con gentileza y en un momento inesperado enrede mi mano en ellos y tire con fuerza asiendo que se desprender de mi y me mirara con horror, yo me carcajee al ver su expresión, que ilusa.

No es ella.

Tenía razón, mirarla no me daba tanta satisfacción como lo había echo verla en el comedor, tan linda y  a la vez tan misteriosa, pero la chica a mis pies no era ella, solo era un reemplazo, un placebo.

— un muerto no puede hacer, ni decir nada — dije con voz seca, los ojos verdes de la chica se llenaron de lágrimas nuevamente y antes de que otra inútil súplica abandonará sus labios sace la daga de mi cinturón y la clave lentamente en su pecho.

La camisa blanca del instituto se mancho con ese precioso líquido carmín y ella grito, no me preocupe por que alguien la escuchara, por que de ser así nadie diría nada, nadie se podría en mi contra. Desclabe la daga de su pecho y la encaje nuevamente, esta vez en su abdomen, hasta que la hoja quedó completamente enterrada en su piel y pude sentir la calidez de la sangre manchar mi palma.

Sus ojos me obcervaron, suplicante, y sus labios temblaban, mi sonrisa se ensancho, pero al instante en que ella no volvió a gritar al ser apuñalada nuevamente esta vez en su vientre, me aburrí.

— arruinas mi diversión Charlotte — dije enojado, y pude sentir su estremecimiento. — ya me canse de ti.

Pase la afilada hoja por su cuello lentamente y rasgue su cuello, asiendo que muriera al instante, la solté dejando que cayera en la tierra del bosque y que su sangre nutriera las raíces del enorme árbol en el corazón de este último, un bosque que me había visto asesinar a muchos, uno que yo mismo había nutrido a punta de sangre y muerte, uno que me pertenecía. Pasé la lengua por la hoja de la daga y probé la sangre de Charlotte, a algunos les parecerá asqueroso, pero a mi me gusta, el sabor metálico de la sangre y de vez en cuando, su sabor dulce o salado, pero está vez me pareció insípido.

— Charlotte.... Tu sangre no es la que me apetece probar.... En cambio.... — un gruñido lujurioso escapó de mi garganta al imaginar su sabor.

— tu.... Riddle, serias una presa digna de degustar hasta la última gota.

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Pov. Amara Riddle.

Al llegar me sorprendí mucho, era un claro en el bosque en donde los árboles eran un poco más gruesos y servían de cobijó a los adolescentes ahí presentes, lámparas guindaban de las ramas de los árboles asiendo un sirculo que repelia la oscuridad del bosque, había una mesa improvisada de rocas en donde habían vasos rojos con lo que supuce sería coca cola, por que tenia entendido que no había alcohol en la institución, por el claro rocas lo suficientemente grandes estaban esparcidas sirviendo de asiento para algunos chicos y chicas, como también había algunos que simplemente conversaban de pie o se sentaban contra los troncos de los árboles.

No habían tantas personas como las habría en una fiesta, se podría decir era una reunión, cuyos individuos podía contar con los dedos de mis manos, debían haber entre unos diez o diecisiete estudiantes precentes, entre ellos, muchas chicas, todas muy arregladas y, lastimosamente, incómodas, ¿a quien se le ocurre llevar tacones a un bosque? Ni yo estoy tan chiflada como para eso.

Amara Donde viven las historias. Descúbrelo ahora