48. Las Puertas Del Aberno.

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Pov. Amara Riddle

Volvimos al laboratorio, en donde Angelo me dejó sobre una camilla limpia, seguía en shock por la  información que mis oídos habían resibido.

Estaba embarazada.

¿Era por eso que sentía esas punzadas en el vientre? ¿Le había hecho daño?

" qué se muera el desgraciado".

No. Él no tiene la culpa.

" es un hijo de este bastado, debe morir también".

No voy a dejar que lo hagas.

" ya lo veremos".

— debería de disculparme por esto — dijo él posando una mano sobre mi vientre levemente abultado. — pero en realidad no me arrepiento de ello, no me arrepiento de crear a nuestro hijo, Amara.

Sonrió cínico mientras quitaba el uniforme que me había puesto para esta misión fallida, ¿iba a morir? Quizás sí... Todo era posible, pero algo me decía que este malnacido mentíroso me mantendría con vida por un buen tiempo.

— me siento tan feliz, ¡Vamos a ser papás! ¿Que crees que sea? Yo quiero una niña, ¡podríamos ponerle Zaya! — decía el, con una sonrisa que de no haber sido por las circunstancias me habría parecido infantil.

— eres un maldito... — hable yo por fin, borrando su sonrisa. — confie en ti, te apreciaba e incluso había empezado a sentir cariño por ti, maldito mentiroso, ¡Maldito asesino!....

Angelo me cruzó la cara de una cachetada, no le mire, pues no dejaría que viera las lágrimas que se formaban en mis ojos. Él se cernio sobre mí, enderezado mi rostro con su mano, la presión sobre mi mandíbula dolió, pero no más que él sentimiento de traición que crecía en mi pecho.

— ¿¡quién es la mentirosa aquí!? ¡Mientes! Siempre lo haces, dices que empezaba a tenerme cariño, ¡pero no el suficiente como para escogerme a mí! Preferiste siempre al imbécil de Darien, e incluso al lerdo de Dominic ¡nunca me consideraste! ¡Ni siquiera me diste una oportunidad cuando te la pedí! — me grito él, mientras lo único que podía hacer era mirar a sus ojos verdes con asco. — ya viene siendo hora de que respetes al padre de tu hijo — me espetó con suficiencia.

— ya quisieras, desgraciado — le dije llevándole la contraria, su agarre se hizo más fuerte, haciéndome más daño, pero no me queje, y le sostuve la mirada.

— ya lo veremos — dijo él, me tomo por sorpresa el hecho de que presionaras sus labios sobre los míos, me aparte con asco y el se alejo de mí con frustración — ok, ok, Angelo, debes calmarte — se dijo a sí mismo, haciendome ver con más horror lo loco que estaba.

— desde ahora en adelante, seremos una familia, tú, yo y nuestro hijo o hija — sonrió contento — debo ver si todo está bien — dijo mientras se colocaba unos guantes.

Lo observe recelosa mientras buscaba unos aparatos en algunos cajones y arrastraba otros tanto hasta la camilla, subió mi jersey y bajó un poco mis pantalones, dejando mi vientre expuesto, y entonces llore, por que no había querido ver lo que en verdad pasaba, mi vientre si estaba más  abultado de lo normal y el también lo noto, él sonrió con cariño, viéndose por unos instantes como el amable chico pelirrojo que había aparentando ser. Coloco una crema fría y viscosa sobre mi vientre y presionó levemente una pequeña máquina sobre él, en una pantalla aparecieron rápidamente las imágenes difusas de mi interior.

— ¿desde cuando tu sabes usar esa cosa?  Tu no eres doctor — le espete, el me miró de soslayo para luego volver a ver la pantaña. — si no lo sabias, princesa, me gradué de la carrera de medicina general a los diecisiete años — dijo sin mucha importancia, yo lo mire sorprendida.

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