Ojalá pudieras haber borrado la idea de irte a duchar a las cinco de la madrugada de tu mente. Pero te bañaste y lo peor no fue el agua fría ni las duchas sucias, sino que no tenías toalla ni ropa limpia. Cuando fuiste hacia las duchas de la zona forestal en donde centenares de familias acampan cada año.
Corriste hacia el árbol más cercano y te dieron ganas de golpearte la cabeza con el tronco. Te iba a dar una pulmonía como no llegaras pronto a la caseta. Lo único que podrías haber usado para taparte era unos pantalones y una blusa que, minutos antes de empezar a ducharte, cayeron en un charco de jabón y agua amarilla.
- Genial.
Sin pensar más, corriste a través de todos los árboles. No podías imaginar nada más que las caras que pondrías las familias que estaban acampando por la zona si te veían mojada, desnuda y tiritando. Te paraste dos veces detrás de un árbol cuando una pareja salió de su cabaña y seguiste corriendo cuando se alejaron.
Viste la casa de campaña roja en donde estaba durmiendo Calum. Pensaste en la única vez en donde habías estado desnuda delante de él, hacía dos semanas, cuando la luz de tu casa se fue en aquella noche que no olvidarás. Apretaste los puños para ganarte de valor y abriste la cremallera tan rápido como fue posible. Justo cuando entraste y cerraste la cremallera, escuchaste pasos alrededor.
- ¿____?
- ¡Cierra los ojos!
Por mucho que se lo pidieras, no lo hizo.
Comenzó a reírse de ti y te quitó de las manos la toalla que conseguiste sacar de la mochila de él.
- No, es mía.
- ¡Calum!
- Es mía, no.
Seguiste revolviendo en la mochila, en busca de algo que ponerte. Tenías la cara ardiendo por la vergüenza y solo pensabas en él mirándote.
- Ven.
Destapó la gran manta que lo estaba tapando y te pidió que te acostaras ahí, junto a él.
- Vamos. Eres demasiado suave cuando estás desnuda, quiero acurrucarme contigo como la última vez y abrazarte.
