- ¿Esta ropa está bien?
Michael está delante de ti, con los brazos alzados. Lleva puesta la blusa más fea de su armario, sus pantalones están rotos por la zona de la rodilla y los zapatos lucen sucios de barro.
Te sonríe nervioso, avergonzado.
- Sé que no es la mejor ropa que tengo.- murmura, con las manos sobre su cuello.- Pero es que es la ropa de la suerte. Y necesito mucha suerte.
Te acercas a él y le das un abrazo.
Desde que lo conoces, nunca lo habías visto tan nervioso.
- No te preocupes, Michael.-le dices, sonriendo.- Son solo mis padres, no te van a comer.
- Lo sé, pero quiero caerles bien.
Suspira nervioso y te da la mano. Le tiemblan los dedos, por lo que le das un último beso antes de tocar el timbre de la puerta. En cuestión de segundos, su cuerpo se tensa y, como si fuese un discurso, se presenta ante tu padre.
¡Vamos, queda poco para el maratón! ¡270!
