- ¿Lo entendiste?
Asentí aunque era totalmente mentira.
Todo a nuestro alrededor eran montones de libretas y libros abiertos. Donde Luke veía estadística, yo veía potaje de números. No me enteraba de nada y lo peor de todo es que tenía que aprobar ese examen o suspendería. Sin embargo era consciente de que Luke ya estaba perdiendo la paciencia conmigo.
- Bien. Pues hazme este ejercicio.
Puso una nueva libreta con más números delante mía. Se cruzó de brazos y esperó a que empezara. Cogí el lápiz y traté de hacer alguna de las tantas fórmulas que habían apuntadas en el pié de página. Ninguna era la correcta. El ejercicio no me salía.
- Mira, dejémoslo. Ya lo entendí.
- No,_____. No lo entiendes.
Estaba estresada. No era esa clase de estrés que se siente cuando tienes muchos deberes y no tienes tiempo. Era una sensación aun peor: estaba agobiada y quería llorar de pura impotencia.
- Que si.
La biblioteca estaba en silencio. Nosotros dos éramos los únicos que hablaban.
- Que no.
- Da igual, Luke.
- Si no entiendes, no vas a aprobar. Si no apruebas, te queda esta asignatura.
- ¡Ya lo sé!
En realidad no tendría que haberle gritado porque, al fin y al cabo, estaba ayudándome sin pedir nada a cambio. Me tapé la cara con las manos y respiré hondo para intentar que el nudo de la garganta se deshiciera. No quería llorar.
- Levántate.
Le hice caso. No quería protestar.
Me agarró la mano y comenzó a caminar hacia el lado opuesto de la mesa.
- ¿Qué haces?
- Tienes que despistarte. Estás agobiada, eso es todo. Cuando te tranquilices, lo entenderás.
Antes de salir del edificio, se giró y me besó.
- Relájate, ¿vale?