- ¿Mikey?
La toalla estaba fuera de la habitación. Estabas desnuda, congelada y totalmente empapada. Ni siquiera podrías correr sin caerte.
- Te necesito.
La habitación de Mike estaba a oscuras y, teniendo en cuenta que no te contestaba, seguía dormido.
Respiraste hondo antes de salir. No era la primera vez que estabas en su habitación, con tu novio dormido en su cama semi desnudo. Aquel fin de semana su familia se había ido a una reunión familiar y estaba solo.
Esquivaste el montón de calcetines del suelo y corriste a donde, supusiste, dejaste la toalla. Estaba sobre el escritorio de Michael. Ni te acordabas de haberla puesto ahí, estabas casi convencida de haberla puesto en el baño. La agarraste tiritando y te diste la vuelta.
- Nunca me cansaré de decirte lo preciosa que me pareces.
Michael estaba sentado sobre la cama, mirándote con una gigantesca sonrisa.
- Valió la pena sacar la toalla.
-Imbécil.- susurraste cuando entraste al baño, sin poder ocultar la sonrisa.
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