Primera reconciliación - Michael (Maratón XIII)

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Ignoré la llamada del policía. Ignoré la mirada de la cajera y el olor nauseabundo de la celda. 

Al parecer, el puñetazo que le di a esa chica rompía con las leyes. Según el policía, yo no debí pegarla y ella no debió provocarme.

Alguien carraspeó y escuché mi nombre. 

- Suertuda.- murmuró la cajera.

- Imbécil.- murmuré de vuelta. 

Aquello no debió de haber pasado. Mi amiga trató de convencer al policía de que me habían provocado pero eso no valió más que para reducir las horas en el calabozo. Cuando salí del pasillo, siguiendo a un agente sudoroso, preparé el discurso de disculpa para mi padre.

- Gracias.

El discurso no tuvo oportunidad de salir de mis labios.

- Es un placer, chico.

No estaba mi amiga, ni mi padre, ni mi madre, ni algún vecino rico que pudiera permitirse pagar quinientos dólares para sacarme de ahí antes de tiempo. Estaba él, el causante de mis ojeras.

No me miró a los ojos hasta que nos quedamos a solas, en una oficina extremadamente silenciosa. Cuando levanté la vista de mis manos y percibí su ceño fruncido, resoplé.

- Ya te devolveré el dinero.- le dije, cruzándome de brazos y saliendo por la puerta.

El sonido de una campana indicó que él tampoco estuvo dentro mucho tiempo. Busqué mi coche en el aparcamiento de la salida, pero recordé que me habían llevado ahí en coche policía. 

- No hace falta que me lo devuelvas.- murmuró alcanzándome.

- No, claro que no.- le dije con sarcasmo, sacando el teléfono del bolsillo.

Busqué el número de mi padre, pensando que podría llegar ahí rápidamente. Sin embargo, antes de poder marcar su número, Michael me quitó el teléfono. Lo guardó en su bolsillo y se cruzó de brazos, mirando a nuestro alrededor.

- Hay un paparazzi a tu derecha.- comentó, tranquilo.

- ¿Y?

- Pues que vas a tener que prepararte para las portadas.

Busqué al paparazzi y cuando lo vi, escondido tras unos arbustos, levanté el dedo corazón. Aquello no fue un gesto adecuado, lo reconozco, pero estaba harta.

Lo más sorprendente no fue que sacara fotos del momento, sino la risa de Michael.

- Eres una rebelde, chica.

Pensé en contarle la razón de mi odio hacia los paparazzis, la verdad de todo aquel asunto entre los dos, pero no lo hice. Aquellos días me había dado cuenta de que mi novio, la persona en la que más confío, no confía en mí.

Di la espalda a ambos y me eché a andar. 

Tal vez, la relación no duraría nada. Estaba claro que él no confió en mi cuando más lo necesité, ¿por qué iba a hacerlo otro día?

¿Por qué me dolía tanto?

¿Por qué lo echaba de menos?

- ¡Espera!

Ignoré su llamada y seguí andando. Cuando vi un taxi a lo lejos, corrió y se colocó delante mía.

- Lo siento.

- ¿Qué?

- Que lo siento mucho.

Estaba avergonzado, lo supe por la forma que sonrió. 

- ¿Por qué?

- Por no confiar en ti.

Escuché el murmullo de dos paparazzi delante nuestra. Michael también se dio cuenta, pero no se apartó.

- Tu amiga me llamó y me explicó lo que pasó en la tienda.- me cruce de brazos y dejé que se disculpara.- Me dijo que llevabas dos semanas tratando de llamarme y explicarme todo. No sé si te has dado cuenta, pero decidí bloquear tus llamadas. Por eso no te respondía.

- Difícil no darme cuenta, ¿Sabes? Solo quería decirte mi versión de los hechos, pero tu me bloqueaste de todos lados.

- Lo sé, lo siento. Vi tantas fotos de ese chico junto a ti que me volví loco.

- Ni siquiera lo conozco, Michael.

- Lo sé, cariño. Lo siento mucho, muchísimo.

Un paparazzi saltó de detrás de un coche y nos sacó varias fotos seguidas, acercándose y preguntándome la razón de mi presencia en la comisaría.

- ¿Estás aquí por violenta? Aparte de infiel, violenta.

Iba a responder de mala forma, insultándolos por todo el daño causado. Juro que estaba a punto de responder, pero no pude. Michael me besó antes de dejarme, callándome a mi y al paparazzi. 


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