30. Gelatinas

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Capítulo 30

Si.

Eso era, ella me había insultado.

Las ganas de halarla de sus extensiones de cabello y hacer que se retracte empiezan a crecer dentro de mí.

—Debemos regresar —ordeno.

—¿Qué? —responde tajante Keylan a mi lado mientras conduce de camino a no sé dónde.

—Si, hay que regresar, la gente no puede ir insultando a las personas sin una buena razón —recalco.

—No iremos.

Miro con asombro al chico que esta a mi lado. Acaso él dejara que las cosas se queden así.

—Has escuchado lo que me dijo ¿cierto? —pregunto con enojo.

El solo se limita a asentir con la cabeza sin apartar la mirada del camino.

—Agh —bufo molesta.

El silencio nos acompaña durante largos minutos en los que yo solo me cruzo de brazos esperando llegar a mi casa.

—Alergia, ¿enserio? —pregunta con incredulidad clara en su voz.

—¿Ehh?

Hoy no me ha dado ninguna alergia.

Lo miro de reojo sin entender a que se refiere, trato de no prestarle atención, pero es Keylan, es la persona a la que por más que intente ignorar, es una misión imposible para mí.

—¿Alergia? —pregunto confundida.

Entonces el momento al que se refiere viene a mi mente, eso le había dicho a Sofia cuando le di la cadena.

—Es que tengo un sarpullido aquí —señalo la parte trasera de mi nuca.

Keylan se ríe lo que provoca que yo también lo haga. Detiene el auto, me centro en reconocer en donde estamos, esperando encontrarme con la entrada a mi residencia y bajar, pero estamos esperando a que el semáforo cambie.

El roce de Keylan en mi cuello hace que cada milímetro de mi ser se estremezca por la extraña sensación. Acaricia suavemente con la yema de sus dedos la parte trasera de mi cuello, mientras estoy inmóvil sin saber que hacer en este momento, mientras que el aire no llega a mis pulmones y mi corazón corre a toda velocidad.

—Si es cierto, tienes un pequeño sarpullido aquí —informa con seriedad.

—Keylan —llamo con la voz entrecortada luego de varios segundos.

—Si.

—¿Qué tienes en contra de la gelatina? —pregunto finalmente.

Las dos veces que he tomado gelatinas él ha terminado regañándome incluso ordenándome que no vuelva a tomar esas gelatinas.

Keylan frunce el ceño extrañado por mi pregunta y entonces empieza a conducir de nuevo.

—No tengo nada en contra de las gelatinas —vocaliza cada una de las palabras, como encargándose de hacerme entender lo que está diciendo.

—Entonces ¿Por qué no me dejas tomarlas? A mí me encanta la gelatina —replico no muy convencida por su respuesta.

—No me gusta la gelatina, es muy gelatinosa —responde haciendo una cara de asco.

Sin poder contenerlo empiezo a reírme a carcajadas, provocando que mi estomago empiece a doler por el esfuerzo y el aire empiece a faltarme.

Keylan me observa de reojo, por un segundo y vuelve a enfocarse en el camino.

¿Cómo conquistarte?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora