41 Dramas y comedias - Mariana

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—Me acosté con tu hermana.

El bol de palomitas se me escapa de las manos, no puedo evitarlo.

—¿No piensas decir nada?

¿La verdad? Tengo muchas preguntas, pero no estoy segura de querer saber las respuestas. La sola idea de imaginarme a mi hermana practicando sexo me da vergüenza y un no sé qué, aunque, por otro lado, el tono apenado de Valentina, sus gestos y la expresión de su cara son señales inequívocas de que la cosa no ha ido bien o, al menos, no como ella esperaba. Y no hace falta ser la persona más observadora del mundo para darse cuenta.

—Voy a arrepentirme, pero necesito más datos. —Arquea una ceja y tengo miedo de lo que pueda decir—. Sin detalles morbosos, por favor.

Respeta mi petición y no me da detalles íntimos.

—¿Quién es Deborah?

—¿Te acuerdas de la mujer que estaba en el Hangar el día de las citas? —Asiento—. Pues esa.

—¿Mi hermana tiene algo con ella?

—Eso parece.

—Pero se acostó contigo... —medito.

Definitivamente, mi hermana es una cretina, una sinvergüenza, una caradura y un montón de cosas malsonantes más.

—No me lo recuerdes. —Se hunde en el sofá y se tapa la cara con las manos—. Que todavía me tiemblan las piernas.

—¡No quiero saber los detalleeees!

—¡No seas mensa! —me regaña. ¡Encima!—. Eso no es un detalle morboso, decirte que tu hermana tiene un cuerpo precioso, depilado, divino y que sabe delicioso sería un detalle morboso. — ¿Acaba de hacer alusión a la intimidad de mi hermana? Me quiero morir.

—Voy a tener pesadillas por tu culpa.

—No seas dramática.

—Tu eres igual —me defiendo.

Yo puedo ser dramática, pero ella no se queda corta.

—Estamos jodidas. —Valentina me mira tan horrorizada que cualquiera pensaría que acabo de confesar que maté a la madre de Bambi.

—Debemos de estarlo si tú empiezas a decir palabrotas.

Nos reímos como dos locas.

—Mi tía me dijo que dentro de un par de semanas hay otro Speed Dating —murmura—. Deberíamos apuntarnos.

—No lo dices en serio.

Por si alguien tiene dudas, lo dice totalmente en serio.

Por si alguien tiene dudas, me dejo embaucar.

Total, ¿qué más puedo perder?

Nuestra conversación se ve interrumpida por los gritos de los vecinos Elizabeth y Adriano, que están discutiendo por tercera vez esta semana, aunque, para ser más exactos, lo que en realidad escuchamos son los reproches de ella, porque la réplica de él no la escuchamos jamás ni agudizando el oído como buenas chismosas que somos.

—Y hablando de dramas...

—No entiendo por qué siguen juntos esos dos.

—Hay gente demasiado cobarde como para volver a empezar —responde Valentina.

Pues sigo sin entenderlo.

¿Merece la pena ser infelices para siempre?

No, la verdad es que no.

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