51 Espacio - Juls

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Cuento las horas que me quedan para bajar la puerta principal de El Hangar durante las próximas dos semanas. Como cada viernes previo a las vacaciones, hay música en directo y el local está a reventar.

—Creo que esos Weyes pasan más tiempo aquí que yo —le digo a Teo, señalando el pequeño escenario que está ubicado al fondo del local, en el que los integrantes del grupete musical tienen montado el relajo.

—¿No te gustan? —Levanta una ceja—. Porque parece que a tu chica, sí —añade con una sonrisa burlona, el muy cabronazo.

Valentina habla con uno de los chavitos y no me importa se de su preferencia, de verdad que no, lo que sí me pica un poquito de nada es cómo la mira el muy desgraciado. Que se la come con los ojos, perro sin vergüenza. Pero no me importa, ojo. Soy una mujer segura de sí misma.

—¿Por qué no dejas de referirte a ella como «mi chica»?

—Porque me encanta ver tu cara de angustia cuando lo hago. —El muy cabron se ríe de mi.

—Cara de angustia, un chingado.

—Eso lo dices porque no te la has visto —aporta Adriana ahora.

Chinguen, éramos pocos y parió la abuela. Resoplo.

—No me gustan las etiquetas.

—Y, sin embargo, has accedido a ponerte una...

—No me gustan las etiquetas —insisto—, pero ella sí.

—Querida July, te falta esto —Adriana me muestra el hueco casi inexistente que ha dejado entre el índice y el pulgar— para decir algo estúpido.

—Algo estúpido... —Adriana no me deja terminar.

—Sí, sí, mis cojones —acaba por mí—. Pero mejor no escupas al aire.

Menudo par de Idiotas tengo a mi lado.

Los chicos del grupo que se llama La Movida regresan al escenario y Valentina vuelve a la mesa que comparte con Mariana y Lucas, pero tarda poco en dejar solos a los tortolitos y acercarse a la barra con prisas.

—¿Me echabas de menos, belleza?

—No es eso —responde—. Es que acabo de darme cuenta de que ¡no tenemos canción! —expone como si fuera un drama. ¡Un drama!

Escucho las risitas de Teo y Adriana a mi espalda, y de la impresión que me entra mejor no hablamos. Mejor me centro en Valentina y en cómo quitarme de encima esta idea loca que trajo.

—¿Y eso es importante? —Le pregunto, peor ella arruga la frente, tuerce el morro, me da que eso es un «sí».

—¡Pues claro! Lucas y Mariana ya tienen su canción, y nosotras no.

Creo que me está subiendo la tensión... Mis dos futuros examigos se siguen divirtiendo a mi costa y ya no puedo hacer como que no me doy cuenta. Les lanzo una mirada de advertencia que, por supuesto, solo empeora la situación.

«Me chingo en sus madres... con el perdón de ellas claro».

—OOOk, te propongo una cosa, la próxima canción que suene será nuestra canción.

No es que me sepa de memoria el repertorio de esta gente, y tampoco estoy segura, más que nada porque solo cantan música así tipo rock suave y pop.

—Me parece bien.

Las carcajadas de mis futuros examigos resuenan tras la barra en cuanto reconocen la canción que suena de fondo. La putada es que yo tampoco puedo evitar reírme, y digo putada porque les aseguro que a Valentina no le hace la misma gracia que a nosotros que el azar haya escogido La camisa negra de Juanes, como «nuestra canción».

Tengo la camisa negra 

Hoy mi amor está de luto

Hoy tengo en el alma una pena

Y es por culpa de tu embrujo

—¡Ni en sueños! —grita indignada viendo la escena; o sea, tres weyes doblados por la risa. Y yo al menos me contengo, los otros dos ni lo intentan—. Y ustedes dejen de reírse, que los voy a matar ¡cabrones!

—Percibo cierta hostilidad. —A Adriana le gusta el riesgo.

—¿Quieres percibirla mejor? —Valentina se inclina sobre la barra en plan camorrista.

Asusta bastante hasta que le entra la risa.

—¡Exijo una segunda opinión! Esperemos la siguiente —Vuelvo a la carga.

—¿Estás segura? – me pregunta

—Completamente.

Un minuto más tarde...

Hace días perdí
En alguna cantina
La mitad de mi alma
Más el quince de propina....

Un minuto más tarde ya no estamos tan seguras.

—¿Al mejor de tres? —me suplica con un puchero, batiendo las pestañas.

—Ríndete ahora que aún te queda dignidad —le propone Adriana.

Pero no se rinde.

—A la tercera va la vencida. - Dice segura imponiéndose.

Así que nos quedamos los cuatro —porque sí, esta conversación es de todo menos íntima—, esperando la siguiente canción. Y cuando creo que la cosa ya no puede ir a peor y que acabará rindiéndose a la evidencia de que esto es una estupidez...

Quisiera darte el mundo entero, 

La Luna, el cielo, el Sol y el mar, 

Regalarte las estrellas, En una caja de cristal

«Me chingo en la madre, neta! Jesse & Joy».

Llevarte al espacio sideral, 

Y volar como lo hace Superman

Quiero gritar que ¡ni en sueños! Pero por algún extraño motivo no puedo hacerlo. Creo que me he quedado en shock, estoy muda, no me sale la voz, y justo ahora que me vendría genial que alguno de mis dos examigos dijera alguna idiotez, descubro que han huido como ratas. Estoy sola, como la orquesta del Titanic mientras el barco se hunde.

—¿Nos la quedamos? —escucho a Valentina preguntar coqueta.

—¿Estás segura?

Pregunto mientras en mi cabeza resuena parte de la letra: « Llevarte al espacio sideral, y volar como lo hace Superman». Esta vez prefiero no cantar. Con lo que no contaba era con que fuera ella quien lo hiciera, agarrando mi camiseta para acercarme hasta quedar a escasos centímetros la una de la otra.

—Me tienes tan debilitadaaaa!!!. —Arqueo una ceja ante su ¿declaración? —Todas mis fuerzas se me van si estás aquí...—Continúa cantando con una media sonrisa

—¿Tenemos canción? ­—Le digo perdiéndome en su mirada, y con el puto grupo tocando a fondo.

—Solo si tú quieres. —Y se muerde el labio inferior y bate las pestañas.

—Después de unos 5 segundos queriendo comérmela a besos y sin poder hablar... —Quiero!. —Le digo firme asintiendo y sonriendo con ella.

Me elevas al espacio sideral, 

Tal como lo hace Superman...

F.I.N. 🦸‍♀️💞🦸‍♀️

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