6 Cosas de la edad - Valentina

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«Esta mujer ha perdido la cabeza del todo, está para que la encierren y olviden la llave», pienso mientras miro a mi tía con cara de pánico. Ella no tiene la culpa, o sí, si no hubiera tenido siempre debilidad por esta mujer, otro gallo cantaría. Desde pequeña he sido su niña mimada... Cada vez que mi madre decía un «no» categórico, ahí estaba mi tía Evangelina para contradecirla, convencerla o extorsionarla, así era ella. Y claro, con el paso de los años, la situación se ha revertido y, siendo sincera, haría cualquier cosa por ella. Pero de un tiempo a esta parte está desatada. Y lo que es peor, me quiere arrastrar al lado oscuro de la fuerza, como si ella fuera mi maestro Jedi, y yo su pequeño Padawan.

¡Si ni siquiera me gusta Star Wars!

—No pienso ir —repito por enésima vez en el último cuarto de hora.

—¿Piensas dejarme ir sola? —insiste ella.

—¡Que te acompañe Renata!

Renata es la vecina de mi tía Evangelina, se llevan a las mil maravillas y, por lo que sé, han compartido muchas batallitas en los últimos tiempos.

—¡Renata ya tiene pareja!

Argumenta con su cara de «no te hagas la loca, que ya te lo he contado». Como para olvidarlo. Habían salido a cenar, mi tía Evangelina, Renata, Carla, que es la hija de Renata, y Nayeli, la mejor amiga de Carla. Esa noche conocieron a Óscar, el camarero que las atendió en el restaurante y que, a día de hoy, es la pareja de Renata.

—¡Y yo no necesito una! —reitero.

—¡Pues claro que necesitas una! —«Y vuelve la burra al trigo»—. Hija, me quedan dos días en este mundo y no pienso morirme sin dejarte colocada.

—Tía, que no soy un mueble del Ikea.

—¿Un mueble de qué?

—De una tienda sueca.

—¿Te estás haciendo la sueca?

«Ya empezamos con el diálogo de sordo a conveniencia».

Empiezo a pensar que lo hace a propósito cuando la conversación no va por donde ella quiere.

—¿En qué momento se nos ha ido de las manos esta conversación?

—La mano se me va a ir a mí, pero para darte un sape como no estés aquí el sábado a las seis y media para recogerme.

Por supuesto, el sábado a las seis y media, estoy en la puerta de su casa, resignada a acompañarla a un Speed Dating, o lo que es lo mismo, un evento de citas rápidas. Una americanada que se basa en conocer a mucha gente en poco tiempo y ver si hay suerte, o sea, que es como jugar a la lotería para echar un polvo, porque el amor de tu vida no lo encuentras charlando siete minutos con un desconocido mientras juegas a las sillas en un local de copas, eso te lo digo yo. Por mucho que quieran venderme la idea de que las citas rápidas facilitan la tarea de encontrar pareja y son ideales para la gente que no tiene tiempo, a mí todo eso me suena a relaciones de saldo y en oferta.

Si hasta te dan una tarjeta donde apuntar los nombres de los participantes, en el caso de que estés interesado en alguno, para que los organizadores puedan ponerlos en contacto en el hipotético caso de que el interés sea mutuo. Vamos, lo que viene siendo una versión ¿romántica? de los Juegos del Hambre.

Total, que aquí estoy con la chiflada de mi tía Evangelina camino a El Hangar, que es donde tendrá lugar el evento. En cuanto cruzamos la puerta del local compruebo que ella se desenvuelve como pez en el agua en este ambiente, la que está más perdida soy yo. Me arrastra a saludar a Teo, el dueño del local y novio de Carla, a quien ya conozco porque lo he visto un par de veces en casa de Renata.

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