CAPÍTULO NUEVE P1

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ARABELLA

Cinco horas de vuelo y aun no sé cómo llegue hasta este punto, prácticamente soy como una rehén solo que sin secuestrador armado. 

Octavio es bastante difícil pero cuando una idea se le mete en la cabeza se vuelve insoportable hasta los huesos, nada puede hacerlo cambiar de opinión y para mala suerte mía me tocó ser la responsable de aguantarlo.

Por lo que a medias me dijo no frecuenta mucho a su familia y tampoco se nota interesado en que eso cambie, fue culpa mía y ahora debo asumir las consecuencias, tomaré de mi propia medicina como cobro de la venganza fallida, dios, cuando solté esas horribles palabras no lo razoné, creí que hablaba con alguna sexoservidora y que podía interrumpir su conversación, pésima acción porque con la que estaba hablando era su mamá y ahora estamos a nada de descender de un avión aquí en Austin Texas.

El aeropuerto de Austin es enorme que fácil podría perderme entre tantas personas, cruzamos los pasillos hasta la zona de estacionamiento jalando nuestras maletas.

— ¿Nadie viene a recogernos? — pregunte mirando a mi alrededor

— No — respondió seriamente

Saco unas llaves de su bolsillo presiono la alarma y una Mercedes Benz se encendió, de mal modo jalo su maleta resignadamente sé que estoy más que obligada a seguirlo, dejamos todo dentro de la cajuela dio media vuelta y se acomodó en el asiento de piloto, a su lado me acomode yo.

Salimos del tumultuoso tráfico de aeropuerto para enterrarnos entre el mar de personas que viajaban por la carretera, los diez minutos que llevamos ha estado en completo silencio y bastante aferrado al volante sus hombros suben y bajan pesadamente, lo que menos ocupa son tensiones externas por lo que solo me concentro en mirar por la ventana como el paisaje y los lugares van cambiando conforme avanzamos, Austin tiene un toque de pueblo antiguo con lo suburbano de una ciudad, mezcla lo pasado con lo actual y eso me fascina.

El río colorado aparece frente a nosotros algunos pequeños botes están sobre él y más adelante una fila de rascacielos destella con la luz del atardecer sin duda es un paisaje que para nada esperaba ver. 

Damos vuelta en una pendiente un tanto inclinada y todo cambia nuevamente, una fila de casitas pintorescas y de tamaño promedio desfila al frente todas son de tonos cobrizos y tejados veraniegos, las tumbonas en la acera y rodeados de pinos y abetos, aun cuando son idénticas en estructura cambian por el color de puerta o las flores en la entrada, nos detenemos en la que tiene el número veinticinco colgando junto a la ventana, Octavio baja primero se detiene unos pasos delante del camino que da a la puerta voltea de reojo y observa la casa del lado derecho, un sentimiento extraño cruza por su mirada pero lo sustituye por una máscara de frialdad no se da cuenta de lo transparente que puede llegar a ser, subimos los peldaños de madera que crujen con nuestros pasos, un ligero temblor se pone en su mano antes de dar unos toques a la puerta, no le agrada del todo regresar a su hogar y eso lo entiendo.

La puerta se abre una mujer de unos cincuenta años aparece, de tez obscura y pelo negro rizado ojos café claro y nariz delgada, comparte muchas similitudes con Octavio, un grito ahogado brota de su boca y el cucharón que traía en la mano termina cayéndose al suelo, salta sobre él rodeándolo en una abrazo, Octavio es enorme a comparación de la mujer, se separan y ella se quita algunos restos de lágrimas de los ojos su mirada cae en ese instante sobre mí, Octavio me da una sonrisa cálida y se acerca hasta que ambos quedan parados frente a mí.

— Arabella, quiere presentarte a mi madre...

— Soy Wendy — extiendo mi mano para saludar pero la ignora para acercarse a mí y abrazarme deja un beso sobre mi mejilla y me sonríe genuinamente — Es un gusto poder conocerte Arabella, eres bienvenida en nuestro hogar

VICTORIA Y HONOR (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora