CAPÍTULO CUATRO

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Llevábamos aproximadamente unos cuarenta minutos esperando.

Debo admitir que fueron minutos que se pasaron demasiado rápido por la buena cantidad de canales de televisión que tienen disponibles, si así de selecto era el servicio el costo de este espacio debía ser otro nivel completamente fuera de la normal, probablemente el costo estaba reflejado en la clase de cuidado que dan, nos habían venido a ofrecer comida o botanas y si necesitamos algo solo debíamos pedirlo.

La puerta al fin se abrió y las personas que justo ahora no quería ver aparecieron, Darío, Laura, el entrenador de Octavio, el ex- tenista Marcelo Román y su agente Lucas Torres.

— Los dejamos a solas, por favor enfermera que nadie de los medios de comunicación aparezca por aquí – la mujer que los acompañaba asintió — Síguenos Octavio — habló Lucas.

Él se puso de pie, sin voltear a verme salió del lugar acompañado de su personal.

Darío tomó el control remoto y apagó el televisor, primera señal de problemas, Laura se sentó frente a mí y se masajeo las sienes exasperada, su esposo comenzó a dar vueltas por todo el lugar trataba de mantener la cordura, una mala palabra mía y se rompería todo.

— ¿Qué sucedió exactamente? — su tono fue duro

— Fue un accidente y puedo explicarlo...

Ambos se pararon justo frente a mí, comenzaba a sentirme como en quinto de primaria y estaba siendo regañada por una travesura, Darío me señaló para que siguiera hablando.

— Estábamos compitiendo, lance la pelota y el inepto intentó pegarle, pero tropezó cayó sobre su mano, pero no dijo que le dolía después él dio un raquetazo en mi dirección falle y caí sobre mi tobillo, todo fue demasiado rápido y un accidente

Cuando levanté la mirada, Darío estaba con la cara agachada y Laura solo estaba distraída mirando hacia la ventana, lo que dijeran seguro no me gustaría para nada, pero debo aceptarlo.

— ¿Por qué estaban compitiendo? – preguntó en voz baja Darío

— Por orgullo, honor, la verdad no lo se

— ¿No lo sabes? que conveniente – ahora si ya estaba molesto, se paró bruscamente y siguió caminando por toda la sala

— Lo lamento, fue un error...

— ¡Por dios Arabella¡ ¡No puedo creerlo!

— Lo sé, de verdad lo lamento, pero todo estaba saliendo bien, ustedes no iban a enterarse...

— ¿Como? aparte de ser algo clandestino, ¿ustedes jamás nos lo dirían?

Agache la cabeza por lo vergonzoso que sonó esa frase, si estaba molesto ahora casi estallaba en furia, todo se me salió de control, ya no sé qué estoy diciendo, nada cuerdo sale de mi boca.

— ¿Cuál fue el diagnóstico de eso? – señala la muñequera

— Una fractura, tardará dos meses en sanar...

— No me jodas – se pasa la mano por la cara y se desabrocha los primeros botones de la camisa para sentarse en el sillón con el rostro apagado y cansado

— Si le hecho ganas puedo curarme en menos tiempo

— Ya no hables Arabella, guarda silencio por favor – un suspiro pesado salió de sus labios, muy pocas veces Darío me alza la voz, pero tiene razón son solo incoherencias y desfachateces lo que estoy diciendo

Casi hecho una furia saca su celular y marca un número, sale del lugar haciendo una llamada, lo más correcto es que regrese de inmediato a San Francisco donde no sea una carga ajena con este nuevo problema que yo sola me genere.

VICTORIA Y HONOR (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora