CAPÍTULO CATORCE P2

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OCTAVIO 

Sus labios eran mi nueva adición, gruesos, suaves, finos, rosados y apetitosos, la necesidad por tomarlos, saborearlos y poseerlos resultaba excesiva, no podía detenerme y tampoco quería hacerlo, ella bajo de mi boca a mi cuello y se deslizó hasta mis clavículas repartiendo besos húmedos, su aroma se esparcía como neblina enredándose en el ambiente era una mezcla delicada entre lavanda y menta algo fresco pero veraniego, presioné sus muslos más fuerte causando que soltara un gemido.

— Solo haremos esto si tú quieres hacerlo — logré decir entre jadeos

— Quiero y ambos necesitamos hacerlo — respondió entrecortadamente, volvió a adueñarse de mi boca con más fiereza y posesión

Bajo las manos deslizándose por los botones de mi camisa y quitándomela de un tirón, aún estaba cargándola así que tuvo que encargarse ella misma de quitarse la blusa, la solté delicadamente sobre la cama me deshice del sujetador y sus pechos quedaron expuestos delante de mí, hundí mi boca sobre ellos succionado la areola y dándole el suficiente placer como para excitarlos más, sus gemidos eran un coro en mis oídos, podía percibir lo húmedo y ansioso que comenzaba a estar su centro por recibirme, seguí bajando por el valle de su abdomen marcado y tonificado dejando besos feroces, la ropa interior era lo único que me estorbaba le abrí las piernas lentamente.

— Deja de torturarme y hazlo — pidió entre jadeos

— Pídemelo — susurré

— Hazlo Octavio, solo hazlo — su voz era cada vez más necesitada

— Tus deseos son órdenes rubia — arranque sus bragas y su centro húmedo me recibió, era tan satisfactorio pensar que yo provocaba eso en ella, me agaché y con la lengua tomé su clítoris succionando y saboreando sus fluidos, sus manos se aferraban con fuerza a las sábanas sentía lo cerca que estaba de correrse — Déjate llevar rubia — sus fluidos empaparon mis labios pero jamás había probado nada mejor en el universo

La erección me estaba resultando dolorosa al grado de que era incomoda deje de masturbarla para acomodarme en medio de ella la necesitaba con urgencia dentro de mí, la primera estocada fue dura y céntrica sus pliegues envolviéndome me acercaban cada vez más al orgasmo.

— Eres un maldito demonio con ojos verdes y cara de santa — hablé entre gemidos

— Aún no conoces a este demonio — en un segundo me cambio de lugar y se montó sobre mi erección generando que mi excitación me subiera a niveles exorbitantes, ella montándome y gimiendo mi nombre era lo más satisfactorio que había visto.

Sus movimientos aumentaron y mi vehemencia se volvió posesión, la tome todavía más fuerte poniéndola en cuatro y penetrándola tan profundo y duro que resultaba doloroso pero apasionado.

Llegar al orgasmo se sintió liberador y pasivo, nuestras respiraciones agitadas y los rezagos de los gemidos eran lo único que llenaba el ambiente, su delgada pero tonificada figura se acurrucó a mi lado, la jale de la cintura pegándome más a su cuerpo y cubriéndonos con la sábana, estábamos exhaustos y saciados que nuestros cuerpos naturalmente querían descansar.

Sin duda este maldito demonio de ojos verdes me volverá loco.

Un masaje en mi cabeza me despertó lentamente, sus dedos se paseaban entre mi pelo peinándolo, poco a poco mi vista se aclaró, las orbes verdes que vi al cerrar los ojos eran lo primero que veía al abrirlos, una sonrisa socarrona pintó mi boca.

— ¿Acostumbras hacerle eso a tus conquistas en las mañanas rubia?

— Solo cuando me regalan un buen orgasmo — respondió desinteresada

VICTORIA Y HONOR (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora