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*+18* Este extra está ubicado dos años antes del nacimiento de Astrid.

OCTAVIO

Arthur Ashe Stadium (Nueva York)

Sus uñas se clavaban con más fuerza en mi espalda conforme las penetraciones eran más profundas, mis fluidos llenaban cada hueco de su centro, sus pliegues se contraían cada vez más con mis movimientos.

—Prometiste que esto sería rápido...—gimió con más fuerza mi nombre cuando entré con más dureza en ella—Vamos ¿eso todo lo que tienes castaño?...—con mi mano tape su boca y calle sus alegatos, un ruido del otro lado de la puerta nos hizo quedarnos quietos, el sonrojo cubrió las mejillas de mi mujer pero no movimos ni un solo músculo, de un manotazo apartó mi mano, quiso moverse pero la sostuve con posesión, por debajo de la puerta vimos la sombra pasar y segundos después se alejó—Alguien pudo descubrirnos castaño...

—Qué más da que lo hicieran.... —enterré mis manos en su cabello y la obligue a levantar la cara y mirarme—Eres mi mujer...

—Si tú lo dices... —tomo con ferocidad mi boca entre la suya, lentamente bajó su mano hasta mi miembro, tomándolo y frotándolo, sentí el líquido escurrir entre sus dedos, caricas que llevaban mi autocontrol a la mierda.

Ventajas de llegar temprano cuando todo está vacío en el estadio.

El ruido de la regadera fue llenando cada metro del lugar, disimuladamente di la vuelta hacia el espejo, mi espalda tenía arañazos y mi cuello algunos chupetones muy obvios, eso será un ligero problema que debemos resolver, unos cinco minutos después la rubia salió ya vestida y con el cepillo peinaba sus rizos dorados.

—Mas te vale traer maquillaje o esto no podre taparlo...—me acerque, al verlos se tapó con las manos la boca—No es para tanto...—le pase un mechón del cabello por detrás de la oreja—Yo te he dejado peores...—bese fugazmente sus labios y como respuesta ella me monto mala cara

Rubia de mi vida.

Gracias al cielo cuando apareció nuestro equipo la rubia ya había terminado su trabajo en mi cuello, quedó bastante creíble y ni se notaba lo que había debajo.

—¿Están listos?—Marcelo y Darío nos observaron fijamente

—Estamos listos...—respondimos al unísono

Entrelacé mi mano con la suya, pequeña y delgada se complementa a la perfección con la mía, salimos de los camerinos rumbo a la cancha, a través de su tacto podía percibir su nerviosismo y alegría brotar de sus poros.

Un grupo de ayudantes nos detuvieron antes de salir, le di una mirada de reojo y ella sonrió de lado a lado por reflejo bese su frente.

—¿Juntos?—pregunto y movió nuestras manos

—Juntos ganaremos.

Escuchamos los vítores, gritos y la euforia en general cuando nuestros nombres retumbaron por los altavoces.

—Damas y Caballeros recibamos con un fuerte aplauso a los campeones internacionales Arabella Ferrera y su esposo Octavio Harrison

Con las manos unidas, la frente bien en alto y saludando, avanzamos por el túnel hasta que la fuerte luz del sol pegó en nuestras caras, decir que los gritos nos ensordecieron fue poco, todo el estadio estaba a reventar para apoyarnos.

Nuestros contrincantes ya esperaban del otro lado de la cancha, Arabella se colocó el parasol y tomó su raqueta, detrás de ella yo hice lo mismo, Darío y Marcelo nos dieron unas últimas recomendaciones y calentamos un poco antes de acercarnos para la ceremonia de inicio.

VICTORIA Y HONOR (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora