Epílogo.

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Vanni.

Muchos años después.

Si alguien me decía que una bala me uniría a mi hermosa esposa, jamás lo hubiera creido, pero así nos conocimos. Mis hermanos raptandola del hospital cuando salía de su guardia, sus manos no solo me quitaron la bala sino que me enamoraron porque ese desafío que tenía en su mirada nunca lo había visto.
Nuestra historia de amor no es normal, pero si una de las mejores, nos amamos, apoyamos el camino de cada uno y juntos formamos una familia acompañada de dos niños, Adriano de ahora ocho años y Malika de cuatro años.

Aprendí y sigo aprendiendo a lado de Malak, juntos poniendo de nosotros para nuestros hijos. Aunque a veces suele ser difícil con esos dos revoltosos que sacaron mi personalidad combinada con la de.su madre y nos tienen luchando con minis versionas nuestras que se que me darán fuerte dolores de cabeza en unos años.

No podría vivir sin ellos.

— ¿Así papi? — pregunta Malika poniendo unas fresas en la torta de cumpleaños de su madre.

Mi hija nos tenía tratando de que hagamos un pastel sorpresa para su mamá. Adriano se quejaba a mi lado, mientras su hermana seguía llenando de fresas el pastel que la señora de la cocina había hecho para que mi hija lo decore.

— ¿No es mucho? — cuestiona Adriano bufando.

— ¡Falta más rosa! — chilla mi hija.

Le alcanzo el polvito rosa para que llene el pastel de rosa a tal extremo que es mucho y le hago señas a Adriano que no diga nada. Malika tiene un carácter tan erosivo que ante cualquier no, llora de una manera escandalosa que no podemos calmarla, según mis hermanos dicen que es una malcriada de primera.

Como que sus hijas no fueran de la misma forma.

— Te quedó linda, Mali — dice Adriano fingiendo una sonrisa ante el pastel de su hermana.

— ¿Papi?

— Hermosa quedó, hija — miento.

— Mami va a amarla — afirma ella con completa seguridad.

— La voy a buscar — les digo para ir a levantarla.

Ellos se quedan en la cocina mientras subo a la habitación. Malak sigue durmiendo y me acerco a la cama repartiendo besos en su mejilla bajando por su cuerpo y meto mis manos acariciando sus senos.

— Feliz cumpleaños, doctora — murmuro en su cuello.

— Esto será mi regalo — afirma bajando su mano para tocar mi polla.

Jadeo.

— Los niños te esperan y si tardamos Malika estará aquí arruinando nuestro momento — le recuerdo.

— ¿Por qué tuvimos hijos? — cuestiona divertida.

— Tu querías — le recuerdo.

Ambos bromeamos, Malak deseo tanto ser madre que después de tanto esfuerzo primero llegó Adriano y unos años despues de sorpresa Malika anunciaba su llegada dándonos el peor de los sustos, porque nació a los siete meses de embarazo, varias semanas la tuvimos en cuidados neonatales hasta que nuestra pequeña guerrera demostró que es una Salvatore con todas letras.

— Los amo demasiado, al igual que tú, pero esta noche quiero mi regalo especial — sentencia mi esposa volviendo a dar una dura presión sobre mi pene que me hace jadear.

— Te amo — murmuro.

Ella se levanta, va al baño y luego vuelve, mientras la miro bajamos las escaleras. No puedo creer como ella cambió mi vida, lo mejor pasó siempre a su lado y mi amor solo crece de una manera única.

Mafia italiana. (3.5 SAP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora